La ESA propone un plan para lanzar al espacio cientos de satélites con paneles solares que permitirían la descarbonización de Europa.

Los paneles solares fotovoltáicos siguen mejorando a pasos agigantados, abaratando sus costes y logrando mayor eficiencia para producir energía limpia, un requisito indispensable para poder retrasar los peores efectos del cambio climático. Pese a los constantes avances, como los paneles tan finos y flexibles que se pueden poner en la ropa, siguen existiendo grandes limitaciones. Y es que, pese a recientes descubrimientos, los paneles solares sólo pueden generar energía durante el día y gran parte de la luz solar es absorbida por la atmósfera antes de que llegue a la Tierra. Frente a estos obstáculos, la solución más ambiciosa, compleja y revolucionaria pasa por recoger la energía solar en el espacio y transportarla a la superficie.

Es lo que se conoce como energía solar espacial (SBSP por sus siglas en inglés), que la Agencia Espacial Europea (ESA) plantea como la gran baza a nivel tecnológico para lograr la ansiada descarbonización total en 2050. Esta idea, presente en la ciencia ficción desde que Isaac Asimov lo planteara en un relato en 1941 y estudiada en diversos programas estadounidenses en los años 70 del pasado siglo, va cogiendo fuerza gracias a todo tipo de avances tecnológicos.

En un contexto en el que la independencia energética es más importante que nunca, con Rusia amenazando con cortar el gas y los precios desbocados, la ESA ha decidido apostar por esta alternativa. Ahora pretende que eso se vea refrendado por la UE en forma de financiación, para poder empezar a desplegar el proyecto a partir de 2025.

Un viejo anhelo

A un nivel básico, el proyecto consistiría en lanzar decenas de satélites a gran altura, donde la luz solar es 10 veces más intensa que sobre la superficie terrestre, al menos en hemisferio norte. En el lugar donde se desplegaría la constelación no hay noche ni nubes que interfieran, por lo que estos dispositivos estarían permanentemente orientados hacia el sol para captar toda la energía posible, que después se emitiría a través de microondas hacia la Tierra. También sería una opción de futuro para ‘enviar’ energía a los futuros hábitats humanos en la Luna y Marte.

Pero, como decíamos al principio, no es nada nuevo. Entre 1978 y 1986, el Congreso de EEUU ya autorizó al Departamento de Energía (DoE) y a la NASA a investigar conjuntamente el concepto, para lo que fue necesaria una inversión de 50 millones de dólares. A pesar de los esfuerzos de los técnicos y científicos encargados del programa, los resultados obtenidos no fueron suficientes para lograr la continuidad del proyecto.

Uno de los proyectos de energía solar espacial

Uno de los proyectos de energía solar espacial ESA Omicrono

Tampoco ayudó el cambio en la presidencia de EEUU, que pasó de Jimmy Carter a Ronald Reagan en 1980. Tras sucesivas polémicas, la Oficina de Evaluación Tecnológica llegó a la conclusión de que «en la actualidad se sabe muy poco sobre los aspectos técnicos, económicos y medioambientales de los satélites de energía solar para tomar una decisión sólida sobre su desarrollo e implantación».

Aún así, la idea no ha dejado de generar nuevas iniciativas, tanto en EEUU como en potencias como China, India o Japón, que buscan en este tipo de producción de energía una alternativa para la creciente demanda de unas poblaciones cada vez más numerosas y exigentes.

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