Rusia lleva a cabo ejercicios militares con misiles hipersónicos y de alta precisión en el Mediterráneo oriental, cerca de Siria, en medio de un conflicto creciente.
En un mundo marcado por la incertidumbre geopolítica, los últimos movimientos de Rusia en el Mediterráneo oriental no pasaron desapercibidos. El país llevó a cabo el lanzamiento de misiles hipersónicos, incluidos los temidos Tsirkón y Kinzhal, en un ejercicio militar en las aguas cercanas a Siria. Estos ejercicios, realizados en la costa siria, no solo muestran la creciente capacidad de Rusia para proyectar su poderío militar en la región, sino que también reafirman su alianza estratégica con el régimen de Bashar al Asad, quien enfrenta un creciente desafío por parte de rebeldes islamistas.
Rusia y su poder militar: una muestra de fuerza en el Mediterráneo
En un comunicado oficial, el Ministerio de Defensa de Rusia detalló que los ejercicios contaron con la participación de unos mil soldados, una decena de buques de guerra y más de 24 aviones. Estos equipos de combate, equipados con misiles avanzados, incluyeron misiles Tsirkón, Kinzhal y Kalibr, armas que se han vuelto icónicas por su precisión y capacidad destructiva. Los misiles hipersónicos Tsirkón, conocidos por su velocidad y capacidad para evadir defensas, fueron disparados desde las fragatas «Almirante Flota de la URSS Gorshkov» y «Almirante Golovko». Mientras tanto, el submarino «Novorossiisk» lanzó misiles Kalibr, que también tienen un historial de uso en la guerra de Ucrania.
El objetivo de los ejercicios y su contexto geopolítico
Rusia ha dejado claro que sus ejercicios están destinados a probar los métodos de acción conjunta entre la Marina y las Fuerzas Aéreas, buscando mantener su presencia militar en el Mediterráneo y garantizar la seguridad de su aliado en Siria. Este tipo de maniobras no es nuevo para Rusia, que ha sido acusada en ocasiones de usar su fuerza militar para consolidar su influencia en la región, especialmente en un momento en que Bashar al Asad pierde terreno frente a una coalición de rebeldes islamistas.
Los ataques coordinados con el Ejército sirio en las provincias de Idlib, Hama y Alepo son testimonio de la continua intervención de Rusia en el conflicto sirio. A pesar de las dificultades en Ucrania, el Kremlin sigue comprometido con la estabilización del régimen de Asad, proporcionando tanto apoyo militar como político.
En medio de estos ejercicios militares, el presidente ruso Vladimir Putin y el líder iraní Masud Pezeshkian reafirmaron su apoyo al régimen de Asad. Ambos líderes expresaron su «apoyo incondicional» a las acciones del gobierno sirio, interpretando los ataques de los grupos rebeldes como un intento de desestabilizar el país y socavar su soberanía. Este respaldo mutuo subraya la alianza estratégica entre Rusia e Irán, dos actores clave en el conflicto de Siria.
La guerra en Ucrania y sus repercusiones en Siria
A pesar de los esfuerzos de Rusia en Siria, la guerra en Ucrania sigue siendo la principal prioridad militar de Moscú. Sin embargo, los recientes movimientos en el Mediterráneo muestran que Rusia no está dispuesta a abandonar a su aliado sirio, que sigue siendo un punto de tensión crucial en el Medio Oriente. Desde 2015, Rusia ha desempeñado un papel fundamental en la supervivencia del régimen de Asad, evitando su derrocamiento y ayudando a restaurar el control sobre varias partes del país.
A medida que las tensiones en el Mediterráneo se intensifican y la guerra en Ucrania continúa, es probable que Rusia siga realizando ejercicios militares en el Mediterráneo oriental. Estos ejercicios no solo sirven como una muestra de fuerza, sino también como un recordatorio de que Rusia sigue siendo un actor militar decisivo en la región. En este contexto, el papel de Siria como un aliado estratégico para Moscú parece estar asegurado, al menos en el corto plazo.