Los robots sociales, aquellos que interactúan con los humanos, podrían ser una nueva y prometedora herramienta dedicada a tratar a las personas que tartamudean, según un estudio reciente que analiza cómo estos ayudantes robóticos de alta tecnología podrían usarse en las clínicas.
A diferencia de las aplicaciones y los sistemas de IA, los robots sociales tienen una presencia física, lo que los hace muy adecuados para las intervenciones en el contexto de una clínica, según afirma el autor de este estudio.
Una nueva alternativa para tratar la tartamudez
Torrey Loucks, encargado de liderar esta investigación en la Universidad de Alberta, Canadá, comentó en referencia a la influencia que la tartamudez tiene sobre la calidad de vida de las personas: “La tartamudez puede dar como resultado una mala imagen de sí mismo, opiniones negativas que siente la persona, y esto conduce a la ansiedad por participar en la comunicación verbal”.
Las intervenciones realizadas por un especialista en patologías del habla y el lenguaje, marcan una gran diferencia en la fluidez del habla y la confianza en la comunicación. «Los beneficios de mejorar la autoimagen y la visión de uno mismo como un comunicador competente a través de una terapia eficaz realmente ha cambiado la vida de muchas personas», agregó Loucks, exdirector de investigación del Instituto para el Tratamiento e Investigación de la Tartamudez (ISTAR) y exprofesor asociado en el Departamento de Ciencias de la Comunicación y Trastornos de la Universidad de Alberta.
Los robots sociales aportan varias ventajas sobre otras intervenciones tecnológicas que se utilizan comúnmente. Destacan en tareas repetitivas y son programables y adaptables a las necesidades específicas de cada paciente.
Mediante esta investigación, se demuestra que las personas prefieren los robots sociales frente a otras herramientas tecnológicas, como las tabletas y los teléfonos inteligentes, porque su presencia física significa que son más interactivos. “Existe una oportunidad real para que el robot social haga que las actividades de tratamiento sean más atractivas y divertidas, especialmente para los clientes más jóvenes”, agregó el investigador.
Loucks aclara que, bajo su percepción, los robots no reemplazarán a los médicos, pero su afinidad por las tareas repetitivas y la naturaleza programable significa que respaldan la necesidad de tiempo de práctica y tareas de transferencia preliminares que a menudo están limitadas en clínicas ocupadas. “Hay escasez de médicos especializados en tartamudez, por lo que algo que les permita brindar más práctica y apoyo a más clientes beneficiará a los 300 mil canadienses que tartamudean”, precisó.
Aunque la investigación sobre los robots sociales y los trastornos de la comunicación es limitada en este momento, ya hay algunos resultados prometedores, explica Loucks. Por ejemplo, ya han demostrado ser beneficiosos para mantener a los niños autistas comprometidos al mismo tiempo que promueven habilidades sociales como tomar turnos.
Esta investigación es pionera en proponer escenarios en los que los robots sociales se presentan como herramientas para ayudar a los patólogos del habla y el lenguaje a modificar y refinar las intervenciones para las personas que tartamudean. Los escenarios estructurados se crearon con aportes de investigadores tartamudos, patólogos del habla y lenguaje y expertos en robótica.
Estos escenarios son un paso fundamental en la introducción de robots sociales en la terapia, lo que permite a los investigadores determinar si los robots tienen un efecto beneficioso mientras brindan a los programadores la oportunidad de refinar las ofertas que los robots sociales son capaces de proporcionar, según Loucks.
«Definitivamente hay un interés creciente y un potencial creciente para que los robots sociales complementen la atención médica y, específicamente, la rehabilitación (…) Los médicos estaban muy abiertos a la idea de que un robot pudiera complementar las actividades de la terapia al ser un socio atractivo”, comentó también el responsable de este estudio.