Como su nombre lo indica, el oxígeno en sangre es la cantidad de oxígeno que circula por el flujo sanguíneo.
Funciona como un indicador de qué tan bien el cuerpo distribuye el oxígeno de los pulmones al resto de las células. Conoce aquí cuáles son los niveles normales, por qué debes controlarlos y cómo hacerlo.
Para desarrollarse y mantenerse nuestras células requieren de energía, que obtienen de la combinación de distintas sustancias químicas con el oxígeno que respiramos.
Sin embargo, esa energía se utiliza prácticamente al instante, por eso es necesario un flujo constante de oxígeno, que obtenemos mediante la respiración, para continuar realizando esos procesos.
Al llegar a los pulmones el oxígeno entra en contacto con la sangre para comenzar su recorrido por todas las células. El cuerpo controla los niveles de oxígeno en sangre para mantenerlos dentro de un rango específico, de modo que haya suficiente para las necesidades de cada célula.
Un nivel normal de oxígeno en sangre varía entre 75 y 100 milímetros de mercurio (mm Hg), y se considera bajo cuando no alcanza los 60 mm Hg. En esos casos, y según decida el médico, se puede requerir suplementos de oxígeno.
El nivel de oxígeno en sangre demasiado bajo en comparación con el nivel promedio de una persona sana, puede ser un signo de una afección conocida como hipoxemia.
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Esto significa que el cuerpo tiene dificultades para administrar oxígeno a las células, tejidos y órganos, causando ciertos problemas:
- Confusión.
- Dificultad para respirar.
- Dolor de cabeza o pecho.
- Falta de coordinación.
- Hipertensión.
- Inquietud.
- Latidos rápidos.
- Mareo.
- Respiración rápida.
- Sensación de euforia.
- Trastornos visuales.
Entre las principales causas de hipoxemia se encuentra:
- Asma.
- Anemia.
- Apnea obstructiva del sueño.
- Enfisema.
- Encontrarse a grandes altitudes.
- Enfermedad pulmonar obstructiva crónica.
- Problemas del corazón.
- Síndrome de dificultad respiratoria aguda.
- Tener líquido en los pulmones o aire o gas en el pecho.
- Tomar ciertos medicamentos, especialmente narcóticos y analgésicos.
También puede deberse a una incapacidad de los pulmones para inhalar y enviar oxígeno a todas las células y tejidos, o a una incapacidad del torrente sanguíneo para circular a los pulmones, recolectar oxígeno y transportarlo.
Distintas investigaciones hallaron que los pacientes con COVID-19 pueden mostrar niveles graves de hipoxia, es decir, una disminución de la difusión de oxígeno en tejidos y células, aunque sin reportar los síntomas que la acompañan, como dolores de cabeza, fatiga o falta de aire.
Por ello, se vuelve esencial controlar los niveles de oxígeno en sangre para evitar complicaciones.
Cómo medir el nivel de oxígeno
Los profesionales indican que la mejor forma de controlar los niveles de oxígeno en sangre es mediante una gasometría arterial.
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Para esta prueba se recurre a una muestra de sangre de una arteria, generalmente en la muñeca, para conocer la cantidad de oxígeno, dióxido de carbono y acidez de la sangre.
Sin embargo, puede ser difícil acceder a ella si no podemos salir de casa. Para esos casos, existe un dispositivo, llamado oxímetro de pulso o pulsioxímetro, que puede ayudarnos.
Consiste en un pequeño clip que se suele colocar en un dedo de la mano, aunque también se puede aplicar en un dedo del pie o incluso en la oreja.
Se encarga de medir el oxígeno en sangre indirectamente mediante la absorción de luz a través del pulso de una persona.
Un nivel saludable de «saturación de oxígeno» en sangre normalmente se halla entre 95 a 100% medidas por el oxímetro, mientras que las mediciones por debajo del 90% se consideran peligrosamente bajas.
Aunque la prueba del oxímetro de pulso es más fácil, rápida y no es dolorosa, no es tan precisa como la gasometría arterial. Esto se debe a que puede estar influenciada por factores como dedos sucios, luces brillantes, esmalte de uñas y mala circulación en las extremidades.
Si bien estas pruebas pueden ayudar a conocer el nivel de oxígeno en sangre, debes ver a un médico si tienes dificultades severas o repentinas para respirar, tras o durante el ejercicio o en reposo, o si tienes sensaciones de asfixia.
El profesional de la salud, dependiendo el caso, puede recomendar el uso de oxígeno suplementario, dejar de fumar, incorporar una alimentación saludable, que incluya más vegetales y frutas, y hacer ejercicio regularmente.