Qué hay de cierto en el truco de meter el huevo en agua para ver si es seguro comerlo

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Cada vez somos más reticentes a tirar comida, lo cual está muy bien, pero a nadie le gusta arriesgarse a sufrir una intoxicación por ingerir alimentos en dudoso estado, como los huevos, uno de los alimentos que más riesgo tiene. Y es que la seguridad alimentaria no solo depende de la industria, los fabricantes y las agencias reguladoras, nosotros mismos somos uno de los actores principales a la hora de decidir si los alimentos son aptos o no para el consumo.

Los huevos frescos son uno de los alimentos más delicados a la hora de conservarse y consumirse, incluso aquellos con cáscaras limpias y sin grietas, pueden contener una bacteria llamada Salmonella que puede causar enfermedades transmitidas por los alimentos, a menudo denominadas “intoxicación alimentaria”.

Para ayudarnos a decidir contamos con la fecha de caducidad y la fecha de consumo preferente. Aprender a distinguirlas es el primer paso. «Se calcula que en torno a un 40 por ciento de los consumidores no tiene clara la diferencia entre ambas fechas, de acuerdo a un estudio de la OCU», indica Helena Calvo, responsable de campañas de concienciación sobre el desperdicio de alimentos en Too Good To Go.

La primera indica el momento hasta el cual el alimento puede consumirse de forma segura y va ligada a productos muy perecederos, como el pescado fresco o la carne picada. Después de esta fecha no son seguros: su consumo puede tener efectos negativos sobre la salud.

«Esto se debe a que son productos que contienen los nutrientes que los microorganismos necesitan para crecer y además no han sido sometidos a tratamientos que puedan eliminar este peligro. Por ejemplo, en el caso de la leche pasterizada sí habrá recibido un tratamiento térmico que habrá eliminado gran parte de los microorganismos patógenos, pero no es un producto estéril y puede tener esporas que germinen cuando el tiempo de almacenamiento se prolonga», explica Robles..

La segunda (“consumir preferentemente antes de…”) es la fecha hasta la cual el alimento conserva sus propiedades, y se usa para productos no perecederos. En este caso se utiliza una fecha de duración mínima que se relaciona con las características organolépticas del alimento (vamos, con la calidad que el consumidor quiere). Ese el tiempo en el que el alimento mantiene todas sus propiedades (sabor, aroma, textura, color…), y a partir de esa fecha pueden verse alteradas algunas de sus cualidades nutricionales o cambios en su aroma, textura o sabor.

Pero, ¿sigue siendo seguro un alimento pasada la fecha de consumo preferente? Sí, muchos aún pueden consumirse sin riesgo alguno, «siempre y cuando se hayan respetado las instrucciones de conservación», indica Robles. Pero hay una excepción: los huevos, pues aunque llevan fecha de consumo preferente, no deben consumirse pasada esa fecha.

Muchas veces, para curarnos en salud recurrimos a los trucos de nuestras abuelas. Y uno de los mitos más extendidos es que si lo introducimos un huevo en un vaso con agua y se hunde, podemos tomarlo. Por el contrario, si flota, debemos desecharlo.

Esta es la versión resumida porque si entramos en detalle, la cosa se complica. En concreto, si el huevo se hunde y se queda como acostado, de lado, dicha posición indicaría que son huevos frescos. Los que se quedan en el fondo pero se sientan en sus puntas también son frescos, pero no tan frescos como los mencionados anteriormente.

Pero, cuidado, puede que estemos interpretando mal este popular truco heredado de nuestras abuelas. Según explica Beatriz Robles, tecnóloga de alimentos, dietista-nutricionista y experta en seguridad alimentaria, «el truco del agua solo sirve hasta las 2 o 3 semanas después de la puesta». Y aclara que, en realidad, «lo que nos indica este truco es la frescura, no la seguridad del alimento».

Además, hay otro aspecto a tener en cuenta. Si bien se ha dicho que si los huevos flotan es que se han echado a perder y deben desecharse, un huevo flotante no necesariamente equivale a un huevo malo. ¿Cómo? Pues eso, lo que has leído. Que a veces un huevo que flota se puede tomar. La explicación es más sencilla de lo que parece, sigue leyendo.

Como sabrás, los huevos tienen una celda de aire que se vuelve más grande a medida que el huevo envejece, y según la ciencia, a medida que los huevos envejecen, la cáscara se vuelve más porosa, lo que permite que el aire fluya a través de ellos, actuando como una ayuda para la flotabilidad.

De manera que cuanto más aire entra a través de la cáscara, más grande se vuelve la celda de aire (la bolsa de aire entre la membrana y la cáscara en el extremo más grande del huevo), y ese saco hace que el huevo flote.

Es decir, que un huevo puede flotar en el agua cuando su celda de aire se ha agrandado lo suficiente como para mantenerlo flotando. Esto significaría que el huevo es más viejo, pero puede ser perfectamente seguro de usar. Y si el huevo flota hacia arriba, significa que se ha formado una bolsa de aire a través de las membranas de la cáscara, lo que significa que el huevo está en el lado más maduro.

Así lo corrobora Lisa Robinson, vicepresidenta de Seguridad Alimentaria y Salud Pública de Ecolab, en declaraciones a Newsweek, quien reitera que esta prueba solo revela que los huevos no están frescos, pero no significa que estén necesariamente vencidos. O sea que a puede que a partir de esta fecha de consumo preferente el alimento presente algún cambio en esas características deseables, pero seguirá siendo un alimento seguro.

De ser cierto esta teoría, estaríamos en un aprieto porque entonces, ¿para que hacemos la prueba del agua si da lo mismo si flota o no?

Pues espera, la cosa se complica todavía más… viene la segunda parte del truco de las abuelas. Para determinar si aún se puede usar ese huevo que flota, la gente lo casca en un tazón y lo examina para detectar un mal olor o una apariencia inusual antes de decidir finalmente si usarlo o desecharlo.

Menuda trabajera, ¿no? Realmente da qué pensar, no ya si este truco es eficaz, sino si merece la pena hacer todo esto en lugar de dejarnos guiar por la fecha de consumo y desecharlo si se nos ha pasado.

Robles lo tiene claro: «Es mejor olvidarnos de estos trucos de andar por casa y fiarnos de la fecha de consumo preferente», e insiste en que debemos evitar esos trucos de ver, olor, tocar y probar porque sí, la vista y el olfato pueden ayudar. De hecho, la apariencia inusual de un huevo suele estar marcada por la decoloración, así como una textura viscosa o polvorienta que también puede aparecer en la cáscara. Asismismo, la opacidad en el color también es un aspecto clave a tener en cuenta cuando se prueba la frescura de los huevos. Pero, a veces, nada de esto funciona y puede pasar que los huevos estén estropeados y no lo detectemos.

En este punto es importante recordar que la bacteria Salmonella enteritidis (SE) puede causar enfermedades transmitidas por los alimentos incluso en los huevos con mejor aspecto. Así que no arriesgues tu salud o la de tu familia por algo tan simple como un huevo. Pasen o no la prueba, ten presente que a partir de esa fecha ya no son seguros y no deben consumirse (que es 28 días después de la puesta R (CE) 589/2008) porque puede ser vehículo de salmonela.


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