Es provocado por la proliferación de la microalga Karenia brevis. Este año llegó en un mal momento para el sector turístico. Y provoca enfermedades.
Sol, arena blanca y agua turquesa. Lido Key Beach, en Sarasota, sería una postal perfecta de las playas de Florida si no fuera por las decenas de peces muertos en la orilla tras semanas de marea roja en el litoral oeste de este estado estadounidense.
Ese fenómeno recurrente, provocado por la proliferación de la microalga «Karenia brevis», ha llegado este año en un mal momento para el importante sector turístico de la zona: el «Spring Break», las vacaciones escolares de la primavera boreal en las que miles de estadounidenses acuden a las costas de Florida.
«Tuvimos muchas cancelaciones», dice Jeff Napier, un empleado del hotel Lido Beach Resort. «La gente se enferma. ¿Por qué querría alguien gastar una cantidad de dinero y quedarse aquí» en estas condiciones?
Cuando la concentración de esta alga nociva es muy alta, como ha ocurrido este mes en las costas de Florida sobre el golfo de México, la toxina que libera puede matar la fauna marina y provocar complicaciones respiratorias en algunas personas. También deja un olor nauseabundo.
Los problemas
Dick Bowser lo experimentó hace unos días. Este turista de 80 años camina por la orilla del mar con un bastón de senderismo en cada mano, feliz de que las corrientes marinas hayan alejado la marea roja de Sarasota, al menos por un tiempo.
«Olía muy mal. No se podía estar cerca de la playa», recuerda. «Me molestaba una tos continua. Me dolía la garganta todos los días, tenía problemas en los ojos o en los senos nasales».
Napier, de 62 años, sufrió cinco días de migrañas y no quiere volver a pasar por eso. «Hay que arreglar esa marea roja. Pero no sé qué se puede hacer al respecto», dice.
A 50 kilómetros de Lido Key Beach, científicos del Mote Marine Laboratory trabajan desde 2020 para mitigar el impacto de las mareas rojas, un fenómeno del que ya habían informado los exploradores españoles de los siglos XV y XVI tras sus intercambios con poblaciones nativas de la zona.
El objetivo es «matar las algas, desnaturalizar su toxina y no tener efectos significativos en las demás especies», explica Michael Crosby, presidente y director ejecutivo del laboratorio.
Para lograrlo, los investigadores disponen de un centro de 2.600 m2 en el que cultivan ejemplares de «Karenia brevis» en enormes tanques de agua marina que imitan el ecosistema del golfo de México, en los pueden pueden probar sustancias para neutralizarlas.
Hasta ahora han identificado una docena de métodos que funcionan y en los dos próximos años buscarán probarlos en el océano, indica Crosby.
Las investigaciones
El científico de barba blanca recorre los seis laboratorios del centro de investigación con orgullo, confiado en que su equipo podrá reducir el impacto de las mareas rojas en el medio ambiente, así como sus consecuencias para la calidad de vida y la economía de la zona.
Pero no quiere dar falsas esperanzas sobre una posible erradicación del problema. «Nunca nos libraremos por completo de la marea roja», asegura Crosby.
El motivo principal es que se trata de un fenómeno natural, a diferencia de otras proliferaciones de algas nocivas que suelen ser fruto de actividades humanas en la tierra y el agua, como la agricultura.
La marea roja de Florida comienza a unos 64 km de la costa oeste del estado, y se acerca o no al litoral siguiendo las corrientes marinas.
Este año el mayor factor para su floración ha sido el efecto de arrastre provocado por el huracán Ian que golpeó Florida a finales de septiembre, explica Crosby.
Una vez en la costa, las microalgas proliferan al entrar en contacto con un agua rica en nutrientes, tanto naturales como aportados por la agricultura.
«Estamos examinando hasta qué punto la actividad humana, en particular los aportes de nutrientes terrestres, pueden exacerbar una marea roja en términos de intensidad y duración», señala Crosby.
«Pero aunque sacaras a todos los humanos del estado de Florida, seguiría habiendo mareas rojas», añade.
En la terraza del Lido Beach Resort, Napier parece resignado a convivir con este fenómeno. «Hay que ser consciente de que hay mareas rojas en Florida. Ha sido así por cientos de años», lamenta.