La clave para “una buena vida”, según la Universidad de Harvard

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¿Qué nos hace felices? Hace más de ocho décadas, la Universidad de Harvard se propuso dar respuesta a esa pregunta y puso en marcha uno de los estudios más importantes hasta la fecha y el de mayor recorrido a lo largo de estos 85 años. Eligieron a una población de cientos de personas y durante años estuvieron entrevistándolas, haciéndoles análisis y siguiendo su desarrollo profesional y personal.

El Estudio sobre Desarrollo Adulto comenzó en 1938 con cerca de 700 adolescentes de distinto perfil socioeconómico.

La investigación los acompañó a lo largo de sus vidas, monitoreando periódicamente sus alegrías y dificultades, su estado físico, mental y emocional. Y ahora también incluye a las parejas y descendientes de los participantes originales.

Han seguido la vida de ciudadanos desde su juventud hasta su deceso y han indagado en sus motivaciones, su carrera profesional y sus relaciones personales. Algunos fracasaron o se arruinaron, mientras otros se hicieron millonarios o llegaron a ocupar las más altas posiciones de poder, y hubo quien padeció largas enfermedades, al tiempo que otros gozaban de una salud inquebrantable.

A través de inspiradoras historias reales, los doctores Robert Waldinger y Marc Schulz nos brindan en el libro “Una buena vida” (Planeta) la respuesta más importante de todas, la conclusión a un estudio que cambiará para siempre nuestra perspectiva sobre la felicidad y nos enseñará que nunca es demasiado tarde para darle un giro a nuestras vidas.

En una reciente entrevista para BBC Mundo, Robert Waldinger, uno de los padres del estudio, explicó por qué la calidad de nuestras relaciones es el mayor predictor de nuestra felicidad y salud a medida que envejecemos. Y recordó que nunca es tarde para “energizar” esas relaciones o construir conexiones nuevas.

Tal y como  reconoce “No fue una sorpresa que las personas que tenían relaciones más cálidas fueran más felices. Eso tiene sentido.

La sorpresa fue que las personas que tenían relaciones más cálidas se mantuvieron físicamente más saludables a medida que envejecían”.

De acuerdo a su hipótesis el tener relaciones sólidas y de calidad ayuda enormemente a paliar los efectos de las malas noticias y avatares de la vida “Una idea que tenemos es que la soledad y el aislamiento son estresantes.

Si me sucede algo que me ha molestado, que es estresante, puedo ir a casa y hablar con mi esposa o llamar a un amigo, y si son buenos oyentes puedo sentir que mi nivel de estrés baja. Pero si no tengo a nadie así, si estoy aislado y solo, lo que creemos es que el cuerpo permanece en un bajo grado de “reacción de lucha o huida”.

Esto significa que habrá niveles más altos de hormonas del estrés como el cortisol circulando en mi sangre y niveles más altos de inflamación en mi cuerpo. Y estos factores gradualmente desgastan y descomponen diferentes sistemas corporales. De esta forma el aislamiento social y la soledad podrían afectar mis arterias coronarias y mis articulaciones”.

A raíz de estos resultados los autores acuñaron el término “fitness social” como analogía de las relaciones con una buena forma física “porque lo que vimos fue que cuidar nuestras relaciones es como ejercitar un músculo”.

“Lo que comenzamos a ver es que si cuidas activamente tus relaciones de la misma forma en que cuidas tu cuerpo, o una planta en tu casa, esas relaciones se mantienen fuertes” argumenta.

Entre las sugerencias para cuidar esas relaciones es ver el vaso medio lleno y reconocer más las virtudes que los defectos de las personas, es decir, valorar su lado bueno “Pero a menudo damos por sentado las cosas que la gente hace bien. Por ejemplo, mi esposa ama cocinar y prepara la cena la mayoría de las noches. Y yo tengo que recordar que no debo dar eso por sentado.

De la misma forma, yo me encargo de todo lo que tiene que ver con la tecnología, y ella tiene que recordar que se necesita mucho trabajo para hacer que las cosas funcionen”.

Como bien expone en el libro “Una buena vida no es el destino sino el camino y con quién caminas… Y al hacerlo, segundo a segundo, puedes decidir a qué y a quién le das tu atención”.

 


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