Evo Morales renunció a la presidencia de Bolivia en el trópico de Cochabamba la tarde del 10 de noviembre de 2019 después de abandonar la sede del gobierno en el avión presidencial.
Horas previas ocurrieron varios sucesos que al menos no se conocían de versión del expresidente o al menos nuevas variantes de sus numerosos testimonios.
La Organización de Estados Americanos (OEA) divulgó el informe preliminar de la auditoría que realizó a los resultados de las elecciones generales de octubre de ese año en la madrugada del 10 de noviembre de 2019, Morales estaba reunido con los dirigentes de la Central Obrera Boliviana (COB) y el Pacto de Unidad (plataforma que agrupa a todas las organizaciones sociales del MAS).
El objetivo: Planificar la «retoma» de la Casa Grande del Pueblo o el palacio de gobierno que estaba cercado por las plataformas ciudadanas.
«En la mañana (del 10 de noviembre de 2019) nos hemos reunido, (Juan Carlos) Huarachi (dirigente de la COB), varios dirigentes sindicales del llamado Conalcam, (y dijeron) ya vamos a defender» relata Morales en un ensayo audiovisual titulado «Noviembre rojo» de Verónica Córdova.
«Las reuniones con el Pacto de Unidad y la COB justamente la madrugada del día 10 es para que más compañeros vengan a proteger» refuerza el exvicepresidente Álvaro García Linera, quien también participó en ese encuentro. Esa reunión se habría realizado a partir de las 5:00 de esa jornada.
Las organizaciones leales a Morales ya estaban movilizadas en varias regiones del país como La Paz, Oruro, Potosí, Cochabamba y Santa Cruz para enfrentar a las movilizaciones ciudadanas en contra del «fraude electoral».
En la sede del gobierno reforzaron las columnas de la Policía alrededor de la plaza Murillo y salieron a repeler con violencia los bloqueos de las llamadas «pititas» mientras que las instituciones encargadas de la seguridad interna tenían la orden de no evitar los enfrentamientos entre civiles.
«(Estuvimos) confiados en la movilización porque para el día lunes (11 de noviembre de 2019) estaba convocado una movilización masiva para recuperar la Casa Grande del Pueblo» confiesa Morales.
Las organizaciones sociales habían determinado cercar La Paz y retomar la plaza Murillo a toda costa.
Milicias armadas al amparo del Presidente
En Challapata (Oruro) se organizaron milicias armadas para frenar la caravana de mineros cooperativistas que se dirigían en buses desde Potosí hasta La Paz para reforzar las movilizaciones ciudadanas.
En Vila Vila (Oruro) emboscaron a otra caravana de universitarios que se dirigían a la sede de gobierno y cometieron abusos sexuales.
En El Alto se concentraron las organizaciones de las 20 provincias del departamento de La Paz para bajar a la hoyada y «hacer arder» a los que pedían la renuncia de Morales.
«Mira la resistencia, cómo se van a organizar el movimiento campesino para parar a las cooperativas que venían de Challapata» pondera Morales en el audiovisual y confirma lo que ya se conocía, ordenó a la Policía y a las Fuerzas Armadas que no contengan las movilizaciones de sus leales pese a que estaban armados.
Después del ataque armado en las pampas de Challapata, el Alto Mando Militar determinó el despliegue de aviones y militares para hacer frente a las milicias. Morales se indignó.
«Yo llamo al comandante de la Fuerza Aérea Boliviana ¿quién le ha instruido que saquen los K8 chinos?, (y me dice) ‘Presidente para evitar confrontación’ (y le dije) usted no puede usar ningún armamento sin que haya instrucción del Capitán General de las Fuerzas Armadas (el Presidente), ya estaba el golpe la mañana del 10 de las Fuerzas Armadas» relata.
Adriana Salvatierra, la entonces presidenta del Senado, afirma que en el gobierno de Evo Morales había el temor de que las Fuerzas Armadas salgan a enfrentar a los movilizados del MAS y Juan Ramón Quintana (el ministro de la Presidencia de entonces) denuncia que hubo una ruptura de la «cadena de mando» e insiste en la narrativa de «golpe de Estado».
«La preocupación de Evo era, yo salgo y ordeno el repliegue, no me obedecen y esto igual va terminar en un charco de sangre» afirma Quintana.
Gobernar desde El Alto
«Algunos ministros querían tomar posiciones radicales, otros no. El gabinete está dividido» recuerda el exmandatario sobre esos momentos críticos que le tocó afrontar el 10 de noviembre de 2019.
García Linera recuerda que él fue partidario de no ceder a la presión y afrontar lo que él llama «golpe de Estado» desde El Alto y que Morales gobierne desde esa ciudad resguardado por los movimientos sociales de su partido.
«Mi posición: vamos a enfrentar esto, de hecho, yo ya tenía preparado con Juan Ramón (Quintana) que nos íbamos a ir a El Alto (…), no hay un plan militar para enfrentar al golpe sino no vamos a renunciar, no va a pasar el golpe y con la gente en las calles, resistiremos y yo te voy a cuidar en El Alto, yo garantizo tu vida en El Alto, (…) tenemos cómo enfrentar, vamos a resistir, vamos a ganar» recuerda el otrora vicepresidente.
Los protagonistas coinciden en que si se hubiera dado un enfrentamiento habrían muertos porque supuestamente los militares «se pasaron al otro lado».
«Evo dice, ‘yo no quiero muertos’» relata García Linera.
«Mis compañeros movilizados hasta el día lunes podían tomar la Casa Grande del Pueblo, a los civiles iban a dominar, a los civiles fachos golpistas se los dominaban sin mucho problema, pero la Policía hubiera metido bala a mis compañeros» justifica Morales para echarse atrás en su plan de retomar la plaza Murillo.
Para Quintana, la renuncia del Presidente se trata de un «gesto generoso» porque no se aferró al poder a toda costa como denunciaban sus detractores.
«Salvar el proceso de cambio es salvar la vida de Evo» concluye Morales.