Yoon Suk-yeol justificó la contestada medida en respuesta a una oposición que calificó de «pronorcoreana y antiestatal» que «saquea la libertad y felicidad del pueblo»
Corea del Sur ha consumido más Historia en unas pocas horas que en medio siglo. Cuando apareció casi a medianoche en la televisión el presidente, Yoon Suk-yeol, muchos intuyeron algún anuncio inquietante sobre el vecino del norte. Ocurrió lo impensable: decretó la ley marcial en un país que las creía superadas. La conmoción dio paso a las protestas masivas frente al Parlamento y finalmente a la incertidumbre. Yoon se comprometió a levantarla tras cuatro horas de frenesí que dejaron imágenes imborrables: los blindados en las calles de Seúl, los helicópteros volando sobre el Parlamento, el líder opositor dirigiéndose en directo al país desde su vehículo y las peleas de militares y manifestantes.
«Nuestra Asamblea Nacional se ha convertido en un refugio de criminales, en una madriguera de dictadores legislativos que pretenden paralizar los sistemas de la administración y la justicia y terminar con nuestro orden liberal democrático», tronó Yoon. Pretende el líder conservador «reconstruir un país libre y democrático» y «erradicar las despreciables fuerzas pronorcoreanas y antiestatales que saquean la libertad y felicidad del pueblo«. El decreto no respondió a una amenaza de Pionyang sino a mundanas refriegas de política doméstica.
Hacia el Parlamento se dirigió el Ejército para acordonarlo y frente a sus puertas arreciaron las peleas con los manifestantes que pedían la restitución democrática y el arresto del presidente. Unos 190 legisladores de la oposición habían entrado en las instalaciones horas antes y tumbaron por unanimidad el decreto en una votación urgente. «Ha quedado nulo y sin efecto», clamó el presidente de la cámara, Woo Son-shik. El resultado provocó el júbilo de los congregados a las puertas y la progresiva retirada del Ejército.
Mando temporal al Ejército
La ley marcial concede el mando temporal a los militares si el poder civil está desbordado o en tiempos de emergencia. La orden somete la prensa a la censura, prohíbe toda actividad política, huelgas y protestas y permite detenciones sin intervención judicial. Fue utilizada por última vez en 1979 tras el asesinato del presidente Park Chung-hee en un golpe de Estado. En medio siglo de democracia no han escaseado las crisis políticas ni los peligros más o menos verosímiles desde Corea del Norte pero ningún partido se había atrevido a activarla. El país se preguntó durante varias horas si seguía vigente la decisión presidencial o la parlamentaria. Al final se rindió Yoon ante la evidencia del furor popular y las huelgas indefinidas convocadas por la confederación de sindicatos. Tampoco recibió apoyos exteriores y resonó el compromiso del Departamento de Estado estadounidense de honrar la decisión parlamentaria. En Seúl se puede gobernar con o sin Washington, pero no contra Washington.
No parece que la carrera de Yoon, líder del Partido del Poder del Pueblo, sobreviva a un desaguisado con tintes suicidas. Su posición ya parecía abocada al desastre antes de que apareciera en la televisión anoche. Los escándalos de corrupción de su formación y la pulsión de su esposa a aceptar regalos habían hundido su aceptación popular hasta el 19%. Yoon se impuso en las elecciones de 2022 con escasísimo margen y en abril vio cómo el Partido Democrático conseguía los dos tercios de los asientos parlamentarios. La Cámara le inflige desde entonces martirios cotidianos. El último golpe fue la aprobación de un presupuesto reducidísimo que, según Yoon, imposibilita cualquier política de gobierno y aboca al país al bloqueo. Para el presidente es filibusterismo; para la oposición, simple democracia. No es raro que Yoon acuse a sus rivales políticos de «fuerzas antiestatales» ni que responda a las críticas de la prensa con querellas por difamación. Es posible que ante ese asedio pretendiera apretar las filas. Sólo la desesperación explica que tomara una decisión que los surcoreanos, da igual su signo político, asocian a unos tiempos felizmente enterrados.
«No creo que pueda seguir. La oposición solo necesita unos 10 votos de los conservadores para sacar adelante una moción de censura. Y en cualquier caso, habrá protestas masivas y perderá más apoyos entre los políticos de su partido», opina Ramón Pacheco , profesor de Relaciones Internacionales del King College y experto en Corea del Norte. Incluso un líder de su partido, Han Dong-hoon, calificó la ley de «error» y llamó al pueblo a detenerla. Más contundente fue Lee Jae-myung, del Partido Democrático. Emitiendo en directo desde su móvil a bordo de su automóvil convocó a los ciudadanos al Parlamento para que el país no sea gobernado por «tanques, carros blindados y soldados con pistolas y cuchillos».