El tenista ruso ganó su primer torneo en arcilla y demuestra una vez más porqué es uno de los mejores con la raqueta.
Después de la tormenta, llegó la calma en Roma. También en el partido, en el que el gran inicio del danés, siempre rebelde, un torbellino en las pistas, fue apagado poco a poco con el sosiego y la frialdad del ruso, que, con más experiencia en grandes finales, se manejó perfectamente para aguantar las embestidas del danés y golpear en el momento perfecto.
Y eso que no es algo fácil para Medvedev en tierra batida, una superficie que históricamente le ha sido esquiva pero que en Roma se ha convertido en su mejor aliada. Batió a Zverev en octavos y a su ‘amigo’ Tsitsipas en semifinales para acceder a la primera final de su carrera en este suelo. No la dejó escapar el moscovita, que abandonó Roma con un nuevo registro que puede hacer temblar un Roland Garros huérfano sin Rafa Nadal.
Probablemente el ruso fuera el único tenista contento con la lluvia constante y la humedad de la capital italiana, ya que le permitieron ir creciendo poco a poco en una arcilla en la que se encontró como en casa en la final, exhibiendo un nivel muy superior al que mostró en otras ediciones.
Como era de esperar, en un partido abierto y sin favoritos por las condiciones meteorológicas y las características de ambos, el primer set se presentó igualadísimo. Entró con mejor pie el danés, que tuvo dos bolas de ‘break’ que desaprovechó en el quinto juego y que le pasaron factura al final de este envite porque el verse contra las cuerdas, el ver cómo todo por lo que había trabajado en estas dos semanas podía quedar en nada, dieron vida a un Medvedev que empezó a carburar y a sentirse con confianza.
Llegaron entonces los intercambios más largos que anularon a Rune, acompañados de dos golpes imposibles, pegados a la línea, que hicieron reír incluso al danés, que se resignó al nivel de su rival, superior en el tramo final. Tanto que, con 6-5 en el marcador, consiguió la primera rotura del partido para ganar el primer set.
Pero la alegría de Medvedev, que ya se visualizaba con su primer trofeo en tierra batida, se esfumó tras otro inicio arrollador de Rune, que materializó un ‘break’ con el que respiró y tomó ventaja (2-0). El problema es que, al igual que en el primer set, después de la tormenta llegó la calma. De nuevo Medvedev, impertérrito ante el arranque de Rune, supo aguantar y gestionar con habilidad el momento de debilidad para hacerse fuerte y devolver el golpe poco después, con tres juegos seguidos que le colocaron por delante de nuevo (3-2).
La inercia positiva de Medvedev hizo temblar a un Rune que se vio, por un instante, incapaz, pero que sacó fuerzas de donde no tenía para conseguir sacar adelante su servicio y celebrar con rabia y alivio a partes iguales el empate a tres que todavía le daba vida. Tanta que devolvió los tres juegos al ruso y se colocó 5-3 arriba, con saque para sentenciar el set.
La alegría tornó rápidamente en preocupación y desesperación para la joven promesa. Tuvo vértigo el danés en otro momento clave del partido y permitió, con varios errores no forzados, varias bolas largas, que Medvedev se recuperara. Y el moscovita no perdonó. No dejó que Rune, en otro ataque de rebeldía, volviera a quebrarle y salvó una bola de rotura para poner el 6-5 que, como mínimo, le garantizaba el ‘tie-break’.
No hizo falta llegar a ese punto. Rune estaba superado ya por la situación, controlada absolutamente por un Medvedev que se aprovechó de dos bolas de ‘break’ para arrodillarse en la tierra batida, celebrando por primera vez en esta superficie, un doctorado tardío pero que llega en un momento inmejorable, a las puertas del ‘Grand Slam’ más importante de arcilla.