Brisa, víctima de violación, espera fallo de la Corte IDH tras 20 años de lucha

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En su adolescencia sufrió la agresión de un primo 10 años mayor que ella en Bolivia. Llevó su caso a la Corte IDH contra el Estado, al que acusa de no escucharla. El fallo final está a punto de salir.

La lucha de Brisa De Angulo, una víctima de violencia sexual que luchó 20 años para que se haga justicia, puede llegar a su fin. Después de varios procesos infructuosos en Bolivia contra su agresor, llegó hasta la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte IDH), órgano en el que presentó su testimonio en marzo de este año y que está en puertas de emitir un fallo.

Página Siete se contactó con Brisa, quien actualmente, junto a su familia, reside en Estados Unidos. Se dedica al activismo y la defensa de los derechos de los niños, niñas y adolescentes víctimas de violencia sexual, a través de talleres y capacitaciones a diferentes instituciones públicas y privadas.

Es fundadora el movimiento global A Breeze of Hope (Una Brisa de Esperanza) y cofundadora de Brave Movement que trabaja con sobrevivientes de violencia sexual contra niños, niñas y adolescentes.

  • Brisa, víctima de violación, espera fallo de la Corte IDH tras 20 años de lucha

    Brisa De Angulo es activista a favor de las mujeres. 

Por el caso de la colombiana la Corte IDH tendría que emitir una sentencia entre octubre y noviembre de este año.

Brisa respondió a una serie de preguntas. Contó que durante ocho meses consecutivos (septiembre de 2001 a mayo de 2002) fue sometida a violencia sexual por su primo adulto, sobre el daño emocional y físico que le causaron las violaciones, la revictimización a la que fue sometida por las instituciones públicas tras haber denunciado a su agresor y las motivaciones que la condujeron a presentar su caso ante la Corte IDH.

El Gobierno boliviano respondió que Brisa no fue revictimizada y que los actos de violencia sexual no son atribuibles al Estado. El siguiente es el testimonio de Brisa, sobre el papel de la justicia boliviana.

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    Brisa es fundadora del movimiento global A Breeze of Hope. 

Es colombiana, pero se crió en Bolivia. ¿Qué edad tenía cuando llegó al país? ¿Cuáles fueron los motivos?

Llegamos a Bolivia, Cochabamba, cuando tenía dos años. Mis papás vinieron para trabajar en proyectos en el área de salud en comunidades rurales sobre prevención en la mortalidad infantil y materna.

¿Qué pasó en ese período durante su estadía en Bolivia? ¿En qué momento se registraron las agresiones sexuales?

Cuando tenía 15 años llega un primo adulto a vivir con nosotros. Me encontraba en un período bastante difícil para mí, porque días antes de que él llegara mis hermanos mayores, quienes eran prácticamente mis mejores amigos, salían de Bolivia (rumbo a EEUU) para estudiar, lo que generó un vacío muy grande.

Dos o tres días después llega este primo adulto, diez años mayor que yo. Sentíamos que él iba a ocupar ese espacio de hermano mayor y de cuidador. Él se comportaba muy amigable, tocaba el piano, jugaba y pintaba con nosotras (sus hermanas).

Luego de dos meses comienza la violación. La primera vez me hizo toques inapropiados y le pregunté qué pasó, pero me dijo que era una malpensada, que se trataba de un accidente. Me convencí de que fue accidental, que no era nada grave. Así empezaron toques entre juegos y chistes. De a poco fui perdiendo la capacidad de discernir hasta dónde era lo correcto.

Era muy astuto argumentando razones para convencerme de que yo torcía las cosas, que no entendía lo que pasaba, que era malpensada o que exageraba las cosas. Algo me sucedía, no podía confiar en mí misma y me sentía como entrampada en un mundo que él controlaba.

Después de la violación mi vida dio un giro de 180 grados. Abandoné la música (tocaba piano y violín), dejé de estudiar, me retiré del colegio y ya no salía a las comunidades. Ingresé en una depresión profunda y empecé a desarrollar bulimia, anorexia, automutilación. Mis padres no sabían lo que me pasaba y estaban muy angustiados.

Lo único que quería era quedarme en mi cuarto y llorar. Intenté suicidarme en dos oportunidades. Tras ocho meses seguidos de violaciones, casi diarias, hicimos un viaje a Estados Unidos donde mis hermanos leyeron mi diario y sospecharon lo que me pasaba. Me llevaron a un lugar especializado donde me reúno con psicólogas y me hacen un examen forense. Ahí fue la primera vez que revelé lo que me había pasado.

¿Cómo se animó a denunciar a su agresor?

Después de hablar con diferentes especialistas le cuentan a mis padres lo que me había pasado y ellos deciden no regresar a Bolivia. Les dije que si no regresábamos a Bolivia era como si le estuviésemos dejando ganar. Pensaba que ya me había quitado mi niñez, pero no iba a permitir que me quitara mis proyectos y mis sueños.

Les dije que necesitaba volver y enfrentarlo. Cuando regresamos a Bolivia iniciamos el proceso judicial.

Según su experiencia, ¿cómo actuó la justicia boliviana cuando tuvo conocimiento de su caso?

Para mí fue la segunda ola de revictimización. Después de atravesar un momento tan difícil busqué ayuda, pedí auxilio. Pero a todos los lugares que fui como la Policía, la Fiscalía, los jueces y médicos forenses me echaban la culpa o me decían que me merecía lo que me había sucedido.

Me causaban un trauma secundario luego de que fui abusada sexualmente. Por ejemplo, en el médico forense fue como una segunda violación por gente que estaba ahí (practicantes) que me veían, se reían y me forzaban a someterme al examen forense.

Hasta una fiscal me amenazó con meterme a la cárcel por haber roto el silencio, me decía que debía callarme. Hubo jueces que fueron insensibles en el juicio porque me decían que dejara de llorar o me interrumpían cada vez que hablaba.

En todas las instancia no encontré alguien que me dijera “lo siento por lo que te pasó”, “yo estoy contigo” o “quiero escuchar tu historia”, cualquier cosa que me hiciera sentir que no fue mi culpa.

Fue ahí que me di cuenta que no era la única que pasaba por eso, que había miles de niñas, niños y adolescentes víctimas de violencia sexual.

Fundó una institución sin fines de lucro que atiende a menores de edad víctimas de violencia sexual. ¿Nos puede comentar de qué trata?

A raíz de toda esa experiencia es que a los 17 años decidí abrir el primer centro en Bolivia especializado para trabajar con víctimas de violencia sexual.

Así nace el Centro una Brisa de Esperanza y en ese proceso es que padres, víctimas menores de edad empiezan a venir. Introducimos el área legal, psicológica y social.

¿Por qué decidió presentar su caso ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH)?

En ese transcurso, mientras se llevaba adelante el proceso judicial y mi sanidad, estudié neuropsicología y me especialicé en cómo el trauma impacta en el cerebro y cómo se trabaja con menores de edad víctimas de violencia sexual.

También estudié derecho e hice mi doctorado en derecho para llevar mi propio caso ante la CIDH contra el Estado boliviano, no en el sentido de castigarle o de avergonzarle, sino con la finalidad de que se hagan cambios para que las cosas que me sucedieron hace dos décadas (en las instituciones públicas) no se sigan repitiendo.

Mi interés es que haya cambios (en el sistema judicial). Mi sueño es que Bolivia sea el mejor ejemplo como país protector de los derechos de los niños, niñas y adolescentes.

¿Acudir a la CIDH fue el último recurso para hallar justicia después de 20 años?

Tuve tres juicios en Bolivia. En el tercero mi agresor huyó, se convirtió en un fugitivo de la justicia. Estoy esperando que desde Bolivia de alguna forma lo capturen para que pueda tener mi juicio.

Llegué hasta la última instancia en Bolivia y sentí que nadie me escuchó, fue por eso que me convertí en mi propia abogada para llevar mi caso ante la CIDH.

Los actos diligenciales no fueron oportunos, además del extremo sesgo sexista, estereotipos machistas de las instancias de investigación y de los administradores de justicia que identificaron los hechos sólo como una relación incestuosa, que no configura delito, tratando con complacencia al supuesto agresor, culpabilizando a la víctima, sin tomar en cuenta su edad.

En cualquier momento podría salir el veredicto de la Corte. ¿Una vez conocida la sentencia qué sigue después? ¿Qué tendría que hacer el Gobierno boliviano?

Yo he presentado 11 propuestas, son cambios que quisiera ver en la justicia boliviana en beneficio y protección de los menores de edad víctimas de violaciones. Sea cual fuere la sentencia, Bolivia debería hacer estos cambios en la justicia.

¿Busca algún resarcimiento del Estado boliviano?

Yo no quiero plata. Que ese dinero lo utilice en capacitaciones, en cambios jurídicos. No quiero que ningún niño, niña y adolescente pase por lo que viví.

¿El hecho de no rendirse en busca de justicia trajo consecuencia negativas en su vida?

El seguir adelante con todo este proceso trajo mucho dolor en mi vida. He recibido amenazas contra mi vida, contra la de mis hijos y de mi familia. Muchas veces estuve escondida para prevenir daños físicos. He sido calumniada y difamada.

“Pensaba que ya me había quitado mi niñez, pero no iba a permitir que me quitara mis proyectos y mis sueños”.
“La primera vez que él me hizo toques inapropiados, le pregunté qué pasó, pero me dijo que era una malpensada”.
“Mi sueño es que Bolivia sea el mejor ejemplo como país protector de los derechos de los niños, niñas y adolescentes”.
“En el médico forense fue como una segunda violación por gente que estaba ahí (practicantes) que me veían, se reían”.

Sobre la CIDH

CIDH • Es un órgano autónomo de la OEA encargado de la promoción y protección a los derechos humanos en el continente americano.

Sentencia • Según un informe de la CIDH, el Estado de Bolivia es responsable por “graves violaciones de derecho” de extranjeros y bolivianos por el caso terrorismo de 2009 y que fue cerrado en 2020.

Brisa • El Estado de Bolivia enfrenta cinco demandas ante la CIDH por violación a los derechos humanos.

“No son atribuibles al Estado”, se lee en un informe

Estado rechaza revictimización y dice que respetó sus derechos


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