Los precios cayeron en julio en parte por la reducción de impuestos sobre la gasolina y la energía, aprobada por el Gobierno de Jair Bolsonaro a pocos meses de las elecciones
La deflación de julio se explica sobre todo por la caída del precio de los combustibles (-14,15%), sobre todo de la gasolina, cuyo precio cayó un 15,48% y empujó hacia abajo todo el sector de transportes, a pesar de que el diésel, mayoritariamente usado por los camioneros, siguió subiendo de precio. La energía eléctrica residencial (-5,78%) también fue decisiva para que en julio Brasil viviera esta situación excepcional.
La caída del precio de los combustibles se explica por varios factores. Por un lado, la bajada del precio internacional del petróleo permitió que Petrobras rebajara el precio de venta en sus refinerías por primera vez en mucho tiempo. Por otro, está la mano del Gobierno y del Congreso Nacional. A finales de julio, salió adelante una medida para rebajar el ICMS (Impuesto sobre la Circulación de Mercancías y Servicios), un impuesto clave en la formación de los precios.
La disminución de impuestos, a pocas semanas de las elecciones, fue una estrategia del presidente Jair Bolsonaro y sus aliados para intentar paliar el desgaste en su popularidad por el aumento disparado de los precios. Aún así los analistas advierten de que el efecto es un espejismo, y que la inflación tendrá un efecto rebote en 2023, cuando los impuestos volverán a subir. Además, aunque en julio llenar el tanque del coche fue un poco más barato, ir al supermercado siguió saliendo caro. Los precios de la alimentación no dieron tregua y avanzaron un 1,3%, el sector que más se encareció y el que más impacto tiene en la vida diaria de los más vulnerables.
Con el recorte en los impuestos, hace semanas que el mercado financiero reduce las proyecciones para la inflación para este año. Según el último informe divulgado por el Banco Central, el 8 de agosto, se espera que este año la inflación cierre en el 7,11%. El efecto colateral es un aumento en las proyecciones de la inflación para 2023, que ya está en el 5,36%.
Pero poco importa lo que pase en 2023 cuando el país está centrado en lo que ocurra el 2 de octubre, cuando se celebra la primera vuelta de las elecciones. Bolsonaro necesita aumentar su popularidad rápidamente si quiere pisarle los talones a Lula da Silva, de momento, el claro favorito. Según la última encuesta del instituto Datafolha, de finales de julio, el líder de la izquierda tiene el 47% de apoyos, frente al 29% del actual presidente.
La caída de los precios en julio supone un balón de oxígeno para Bolsonaro y de buen seguro su equipo de campaña lo explotará con fuerza en los próximos días. Este mismo martes, además, el presidente podrá conmemorar otra conquista: empieza a entrar en las cuentas bancarias de más de 20 millones de brasileños la ayuda de 600 reales mensuales (118 dólares) aprobada en julio. La ayuda, que solo estará en vigor hasta diciembre, fue calificada de electoralista por los adversarios del líder ultraderechista, pero se espera que sea clave en la remontada en las encuestas que esperan los aliados del presidente.