La extracción de oro en la Amazonía es uno de los principales problemas ambientales de América Latina. Y cruzan fronteras. La fiebre por el consumo de este mineral lleva a su explotación desmedida, lo que genera contaminación e implica graves consecuencias para la salud de quienes participan en el proceso.
Las mujeres indígenas son las más vulnerables, ya que manipulan directamente el mercurio, un elemento altamente tóxico, que se usa para separar el oro de las piedras. Lo hacen sin comprender las graves consecuencias que tiene para ellas mismas y para las generaciones futuras.
La fotógrafa boliviana Wara Vargas visitó la zona aurífera de la Amazonía boliviana y puso su lente sobre las mujeres barranquilleras, que son quienes extraen muy pequeñas pepitas de oro de los desechos de las empresas y cooperativas.
A unos 5 kilómetros de allí, la vegetación en los alrededores del pueblo de Guanay es abrumadoramente verde. Con sus 15 mil habitantes, este es uno de los centros mineros auríferos más importantes de Bolivia.
Por aquí la selva tropical lo domina todo. O dominaba. Ahora, el verde ha sido sustituido por máquinas pesadas, monte tumbado y ríos sucios. El hombre está terminando con la selva tropical más grande del mundo en nombre del desarrollo desenfrenado.
Mujeres barranquilleras de la comunidad de Alacarani trabajan con bateas para lavar oro. El mercurio, un metal pesado venenoso, está prohibido en la mayoría de los países del mundo para muchas cosas; usos odontológicos, termómetros en hospitales, minería, cosmética… Bolivia es uno de los 113 países que firmó el convenio de Minamata, que prohíbe el uso del mercurio, pero no ha cumplido. Su uso para minería sigue siendo común. De hecho, el país es el mayor comprador de mercurio del mundo, según las estadísticas oficiales. Debido a la minería del oro también se incumple la ley de medio ambiente N°1333 que prohíbe la contaminación de ríos. Según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma), en 2020 esa actividad provocó que se vertieran a los ríos unas 100 toneladas de este líquido.
La ONU ha criticado oficialmente a Bolivia por este motivo y por incumplimiento del convenio de Minamata.
Entre las dolencias que han reportado quienes manejan el mercurio está la artrosis, que llega a deformar las manos de las barranquilleras como la de esta mujer de la comunidad de Alacarani. El vapor de ese metal afecta al sistema nervioso, digestivo e inmune, así como a los pulmones y los riñones, y puede ser mortal.
Basta con inhalarlo, ingerirlo o incluso apenas tocarlo para empezar a sentir sus efectos. Los síntomas más comunes registrados por estas mujeres son temblores, dificultad para dormir, pérdida de memoria, dolores de cabeza y pérdida de habilidades motoras. Sin embargo, la mayoría de los habitantes de las zonas auríferas de Bolivia no conocen los riesgos del trabajo.
Las mujeres indígenas han aprendido a extraer oro prácticamente de los residuos de las empresas. Kenia Argandoña Machicado tiene 39 años y es de la comunidad de San José de Pelera. Pertenece al pueblo indígena Leco. Ella y su pareja han sido mineros toda su vida, al igual que sus padres.
Ese metal está en las rutinas de trabajo para la extracción del oro. Con él, consiguen atrapar los minúsculos trozos del metal precioso que obtienen al lavar el material arenoso del río. Se forma entonces una amalgama.
Cuando se calienta, el oro permanece y el mercurio se evapora; este es un momento altamente contaminante.
Uno de los pocos estudios existentes sobre la contaminación por mercurio en Bolivia fue publicado en junio de 2021 por la Red Internacional de Eliminación de Contaminantes (IPEN) y reveló que las mujeres indígenas que lo manipulan tienen niveles altos de este metal tóxico en su cuerpo.