Argentina busca esquivas inversiones para aprovechar su gas

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Dueño de uno de los yacimientos de hidrocarburos no convencionales más importantes del mundo, Argentina se ha visto obligado a importar gas por 6.600 millones de dólares en lo que va de año.

La principal razón de esta paradoja -que agravó los desequilibrios de la inestable economía de este país sudamericano- es la falta de infraestructura de transporte.

El presidente Alberto Fernández firmó en un acto público el 10 de este mes los demorados contratos para la construcción, por más de 2.000 millones de dólares a financiar por el Estado, de un moderno gasoducto que se propone atender esta realidad.

El objetivo es acercar a la capital, Buenos Aires, donde vive cerca de la tercera parte de los 47 millones de habitantes de este país del Cono Sur americano, buena parte del gas natural que se produce en Vaca Muerta.

Se trata de una formación geológica con abundancia de hidrocarburos de esquisto (un tipo de roca), ubicada en la sureña región de Patagonia, a más de 1.000 kilómetros de Buenos Aires.

El nombre de Vaca Muerta ha estado en la boca de los últimos presidentes argentinos, como símbolo del mejor futuro que espera a un país cuya economía padece por una crónica falta de divisas y una moneda local debilitada, cuyo resultado es una sociedad con alrededor de 40 % de su población en pobreza.

Así ha sido desde 2011 la estadounidense Administración de Información Energética (EIA, en inglés) señaló que el yacimiento coloca a la Argentina como el segundo país con mayores reservas de gas de esquisto, detrás de China, y el cuarto de petróleo.

Vaca Muerta tiene reservas por 308 billones (millón de millones) de pies cúbicos de gas (TFC, en inglés) y 16 200 millones de barriles de petróleo, según datos de la EIA, confirmados por la estatal petrolera argentina YPF.

“Con Vaca Muerta, Argentina tiene el potencial no solo para lograr el autoabastecimiento energético sino también para exportar. Estamos perdiendo una oportunidad inmensa”, dice Salvador Gil, director de la carrera de Ingeniería en Energía de la pública Universidad Nacional de San Martín, en las afueras de Buenos Aires.

Gil sostiene a IPS que Argentina puede jugar un rol importante, ante el escenario de crisis por el aumento de precios de la energía impulsado por la guerra en Ucrania, que amenaza con prolongarse.

Pero para ello debe resolver no solo sus problemas de transporte, sino también los desequilibrios de la economía, que dificultan desde hace años la llegada al país de grandes inversiones.

“Hoy lo que necesita el mundo es seguridad energética y Argentina tiene gas, que ha sido señalado como el combustible principal para el período de transición hacia energías limpias, en el contexto de la lucha contra el cambio climático”, considera el especialista.

Más dependencia externa

Sin embargo, desde 2011, cuando la EIA hizo públicos sus primeros datos sobre el potencial de Vaca Muerta, que llevaron a políticos y especialistas a soñar en que Argentina sería en pocos años una especie de Arabia Saudita en Sudamérica, el país es de hecho vez más dependiente desde el punto de vista energético.

Un estudio del período 2011-2021 difundido este año por un centro de estudios privado señala que “la década se caracterizó por un incremento de la dependencia externa de los hidrocarburos en Argentina: las importaciones de gas se incrementaron un 33,6 % en la década mientras que las importaciones de gasoil se incrementaron en 46% y las gasolinas lo hicieron en un 996 %”.

El documento, publicado por el Instituto de la Energía General Mosconi, señala que Argentina, que hasta fines del siglo XX gozaba de autoabastecimiento de gas y petróleo, comenzó a experimentar una considerable disminución de la producción en 2004.

Dos años después se empezó a importar gas por gasoducto desde Bolivia y en 2008 se sumaron las compras de gas natural licuado (GNL), que llega en barco, principalmente desde Estados Unidos y Qatar.

“Desde entonces, la proporción de gas importado sobre el total consumido en el país creció. En 2009 representaba solo 6 % y en 2014 pasó a ser 22 %. En 2021 representó 17% del total”, señala el informe.

Todavía muy por debajo de su potencial real, la producción de Vaca Muerta ha ido creciendo. En junio aportó 56 % de los 139 millones de metros cúbicos diarios de gas natural producidos en Argentina, según datos oficiales.

El gas es el principal combustible de la matriz energética del país, con alrededor de 55 % del total.

En petróleo, Vaca Muerta aportó 239 000 de los 583 000 barriles diarios de producción nacional en junio.

Hoy el gas de la Patagonia es trasladado a Buenos Aires y otros grandes centros urbanos de consumo de energía con tres gasoductos construidos en la década de los años 80, que no cubren el requerimiento.

Por eso, el gasoducto cuyo contrato se firmó este mes ha sido definido tanto por la dirigencia política como por el mundo académico como la obra de infraestructura más urgente que necesita la Argentina.

Su costo fue fijado a fines de 2021 en 1491 millones de dólares, pero probablemente superará los 2000 millones, por la devaluación y el desbordamiento de la inflación que castigan a la economía argentina.

Según el gobierno, el gasoducto estará operativo en junio del año que viene, al comienzo del próximo invierno austral.

En busca de inversiones

“Por supuesto que el gasoducto es importante, pero no va a resolver todos los problemas energéticos de la Argentina”, advierte Daniel Bouille, investigador doctorado en economía de la energía.

El especialista recuerda a IPS que un factor importante es que la extracción de hidrocarburos de esquisto se realiza con la técnica de la fractura hidráulica (fracking, en inglés) que “es más cara que la de los convencionales”.

“Para desarrollar el gran potencial de Vaca Muerta hacen falta inversiones por entre 60 000 y 70 000 millones de dólares”, explica.

Bouille dice que hoy no están dadas las condiciones para que esas inversiones se produzcan, en un país cuya economía no crece desde 2010 y donde existe control de cambios y está limitada la posibilidad de exportar divisar, lo que no contribuye a la confianza del capital internacional.

En lucha contra ese dato de la realidad, el ministro de Economía, Sergio Massa, anunció que el 9 de septiembre visitará en sus sedes en la ciudad estadounidense de Houston a gigantes petroleros como Chevron, Exxon, Shell y Total, para tentarlos con la posibilidad invertir en Vaca Muerta.

Argentina no parece pensar en alternativas. “Desde hace 20 años disminuye de manera sostenida la producción de petróleo y gas convencional del país, porque todas las cuencas se han ido agotando”, dice Nicolás Gadano, economista especializado en Energía en la privada Universidad Di Tella.

“Son justamente los hidrocarburos de esquisto de Vaca Muerta lo que en los últimos cinco años han compensado la situación para frenar la caída de la producción total”, agrega en entrevista con IPS.

Gadano cree que un mayor desarrollo del potencial de Vaca Muerta será positivo para Argentina incluso desde el punto de vista ambiental.

“Este año en Argentina se usó mucho petróleo para la producción de electricidad debido a la falta de gas. Pero cuando se habilite el gasoducto, los combustibles líquidos serán reemplazados por gas, que es un combustible más limpio”, sostiene.

Con menor visibilidad, también aparecen voces críticas sobre la apuesta a Vaca Muerta como camino energético de la Argentina.

“El fracking, además de su impacto negativo ambiental y social, es muy caro”, dice Martín Alvarez, investigador del Observatorio Petrolero Sur, organización no gubernamental que se enfoca en el ángulo ambiental y social de los temas energéticos.

Recuerda que “los hidrocarburos de Vaca Muerta no tenían posibilidades de ser exportados hasta la crisis energética global actual. Solo el aumento internacional de los precios de este año les creó un mercado”.

“Argentina se ha olvidado de las energías renovables y apuesta a consolidar los combustibles fósiles, lo que es un retroceso y atenta contra los acuerdos climáticos internacionales. Buscar el desarrollo de Vaca Muerta ha sido la única política energética de este país en los últimos 10 años”, critica.


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