Las guardianas del lago: mujeres aymaras que luchan para salvar al Titicaca

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Para Rosa y las otras lideresas aymaras, el cuidado del lago representa un esfuerzo titánico, pero todo vale la pena.

Casi 65 años después, sentada a unos pasos de la cabina de radio Copacabana, Rosa Jalja recuerda aquella madrugada en la que su abuelo la llevó a pescar. “Él era petiso y sacaba truchas de gran tamaño. Yo tenía entre seis y siete años”, cuenta. Mientras sujeta algunas fotos, Rosa evoca también a su abuela y a su tierra natal: Sampaya. “Para freír ella no utilizaba manteca, usaba la misma grasa del pescado. Así era antes”, comenta. No se anima a identificar un momento exacto, pero tal vez en ese instante de su infancia se originaron las bases de su actitud de lucha para cuidar el lago Titicaca.

Hoy, Rosa tiene 71 años y es una de las más respetadas lideresas aymaras de las comunidades que se ubican a las orillas del Titicaca. Es, además, una de las protagonistas de la red de Mujeres Unidas en Defensa del Agua, que desde hace una década organiza desde campañas de capacitación hasta limpiezas colectivas, entre otras actividades, ello para luchar contra la contaminación del lago sagrado y para cuidar las especies, principalmente a las nativas. Es identificada también -por muchos pobladores- como una de las guardianas del Titicaca.

Para Rosa y las otras lideresas aymaras, el cuidado del lago representa un esfuerzo titánico, pero todo vale la pena. Una de las principales preocupaciones que les aqueja es la disminución de los peces nativos: el mauri y el karachi. “Están desapareciendo”, asegura. “Ya no hay la boguita”, agrega.

En las comunidades que están en las orillas del lago Titicaca, como Chañi, Sicuani, Yampupata y Sampaya, las lideresas recuerdan que sus abuelos comían mauri o karachi, peces nativos del lago, en el desayuno.

“El pescado era antes el desayuno de nuestros abuelos porque no había pan”, cuenta Rosa y adiciona que el wallake (sopa de pescado) era la primera comida del día de sus ancestros. Sostiene que las mujeres lideresas están hoy muy preocupadas por la disminución de las especies nativas del Titicaca. “Eso es por la contaminación y el exceso de la pesca. (…) Los sacan muy pequeñitos. Hay una baja tasa de fecundidad porque no dejan crecer a los peces. Nosotras nos capacitamos sobre ese tema”, explica.

Este 2023, la situación de los peces nativos puso en alarma a muchos pobladores, en especial por la publicación del informe del director de la Institución Pública Desconcentrada de Pesca y Acuicultura (IPD-PACU), del Ministerio de Desarrollo Rural, Grover García, quien en febrero reveló que en el Titicaca el 85% de especies nativas está desapareciendo a causa de la pesca indiscriminada y la contaminación, principalmente.

Casi una década de lucha

La red de mujeres lideresas comenzó su lucha para proteger el lago hace casi una década, dice orgullosa Rosa Jalja. “Siempre he tenido interés en los temas del medioambiente, siempre me ha interesado hablar del tema del agua”, explica y asegura que, como la fuerza de un imán, esa misma inquietud las unió a ella y a sus otras compañeras. “Nos hemos organizado, somos varias mujeres y nos hemos dado esa tarea de aglutinarnos (…). Las defensoras del lago Titicaca estamos en siete municipios (Copacabana, Huatajata, Pucarani, Laja, Desaguadero y Santiago de Huata, entre otros)”.

Rosa tiene pruebas de todo el trabajo de la red. En su oficina, en la sede de radio Copacabana, que está a unos pasos de la plaza principal de esta población turística, guarda como tesoros fotografías y documentos de todas las actividades que protagonizaron las lideresas. Con ayuda de profesionales de Agua Sustentable, aprendieron a medir el grado de contaminación del agua y a manejar un dron para identificar los lugares de riesgo del lago.

Este proyecto unió lazos entre lideresas de Perú y Bolivia, países que comparten el lago Titicaca. Jaime Prudencio Quispe, director ejecutivo de Agua Sustentable, institución que se encargó de dar cursos de capacitación sobre medioambiente y agua a las lideresas en Bolivia, destaca el trabajo de las defensoras del Titicaca. “Se ha visto que tienen un compromiso muy sólido. Están más empoderadas y todavía continúan con sus actividades por los desafíos grandes que se tienen en el lago”, dice.

Con el apoyo de autoridades locales y originarias, estudiantes, vecinos y visitantes, las lideresas organizaron jornadas de limpieza en las orillas del Titicaca, en especial en la playa de la población turística de Copacabana. (Para el 22 de agosto está programada otra limpieza masiva)

Las lideresas no están solas y saben que la capacitación es la clave del éxito de esta red. Con ese objetivo, participaron en encuentros con autoridades de ALT (Autoridad Binacional Autónoma del lago Titicaca). Coordinaron también tareas con mujeres aymaras de poblaciones peruanas de Puno, Yunguyo y la Isla Taquile.

“En estos encuentros hablamos -por ejemplo- qué peces nativos tenemos, qué lugares son los más contaminados. En todo eso nos hemos capacitado por ALT que está conformada por Bolivia y Perú”, explica Rosa.

La red está atenta a todos los estudios de los recursos hídricos y de contaminación de la cuenca del lago Titicaca.

Ante un problema crítico

Luisa Luna, otra de lideresa aymara, comparte el compromiso que tiene Rosa con el lago Titicaca. Vive en la población de Pucarani. Se sumó a la red en 2016, cuando comenzaba su trabajo como dirigente de la provincia Los Andes de La Paz. “Vimos que la basura se estaba acumulando alrededor del lago Titicaca, entonces empezamos a trabajar con el recojo de residuos, el reciclaje”, cuenta.

Un año antes, en 2015, por su trabajo como ejecutiva provincial de la organización Bartolina Sisa visitó los municipios que viven en las orillas del Titicaca y se dio cuenta que el problema de la basura en el lago era crítico. “Las hermanas me decían que sus ganados tomaban agua verde, que no tenían una buena producción. Varias familias habían comenzado a migrar. Como dirigente y junto con otras hermanas hemos dicho: Algo se tiene que hacer. De esa manera he empezado a participar y trabajar (en la red)”, asegura. Y así se convirtió en otra guardiana del lago.

Al igual que Rosa, Luisa dice que uno de los principales logros de las lideresas fue la implementación de las jornadas de recojo de basura y limpieza de las poblaciones que están en las orillas del lago.

“De municipio a municipio fuimos haciendo las jornadas de limpieza para recoger la basura. Todas lo hicimos de forma voluntaria, porque nosotras vivimos en las comunidades. (No podemos) vivir en un colchón de basura, porque nuestro lago está muy contaminado”, asegura y recuerda que la principal traba con la que tropezaron al principio fue la falta de espacios para depositar los residuos. Pero con ayuda de algunas autoridades locales lograron encontrar lugares o botaderos, pero esta tarea aún está pendiente.

Cuenta que también hicieron las agendas medioambientales para algunos municipios, en algunos se implementaron con éxito, tal es el caso de Desaguadero. En cambio, en otras poblaciones, como Guaqui, no lograron avanzar por la oposición de las autoridades locales.

Contra viento y marea

Luisa sabe sortear todas las dificultades, lo hizo en su vida personal cuando durante 19 años fue madre y padre de sus dos hijos que en la actualidad ya son adultos. También lo hizo en su carrera como autoridad indígena en su comunidad. “A veces el machismo no falta. No es fácil ser mujer y ser lideresa”, confiesa.

Vilma Paye Quispe, otra lideresa aymara y una de las representantes más nuevas de la red de Mujeres Unidas en Defensa del Agua, entiende muy bien a Luisa. Relata que ella asumió un cargo como autoridad en su comunidad, que las mujeres ya se están organizando para impulsar proyectos turísticos, pero admite que no es una tarea fácil.

“A veces vemos que hay machismo, hay un poco de celo en los varones cuando una mujer asume un cargo o cuando es lideresa”, indica y asegura que a veces existe resistencia para dar el lugar que corresponde a las mujeres autoridades, pero afirma que eso no representa un obstáculo para que ellas puedan cumplir con sus metas.

En compañía de doña Albina, otra autoridad del lugar, Vilma camina con destreza por un sendero que termina en un paraíso: una playa virgen de la comunidad de Yampupata, en las orillas del lago Tititcaca. “Es nuestro mayor tesoro”, dice. Este sitio está a 40 minutos en vehículo desde Copacabana.

“Somos ricos en lago”, resalta Vilma, mientras observa el agua cristalina y la arena blanca de la playa de Yampupata. Luego de los meses más duros de la pandemia del covid, las mujeres de esta población buscaron cómo apoyar a sus familias y decidieron impulsar un emprendimiento de turismo comunitario. “Tenemos mucho potencial, estamos frente a la Isla del Sol. Somos una playa hermosa, tenemos la riqueza”, comenta. Y así conformaron la asociación playa blanca que da sus primeros pasos para potenciar la zona como un sitio turístico, pero con la premisa de mantener la limpieza. Ya instalaron chiwiñas y un baño ecológico para recibir a los visitantes, hoy impulsan un proyecto para instalar telares.

El sueño de impulsar esta iniciativa fue una de las razones por las que Vilma se convirtió en una de las lideresas y defensoras del lago. “Me invitaron a la red y he aceptado, porque a nosotras como mujeres nos atañe mucho el tema del medio ambiente, en especial lo de la contaminación del lago”, explica.

Para Vilma, el hecho de formar parte de la red también significa una oportunidad de luchar por el bienestar de Yampupata. “Siempre hemos tenido ese problema del acceso al agua potable, que en nuestra comunidad no tenemos, se hace mucha propaganda de que el Estado tiene muchos proyectos, pero en nuestra comunidad no tenemos, tal vez (se ejecutan) en otras comunidades que son más conocidas”, asegura. Y es que es una paradoja estar frente a un lago altamente cotizado para el turismo, pero al mismo tiempo estar en una zona que no cuenta con agua potable. “Cada comunario hace un esfuerzo y da una cuota para comprar tuberías, eso sirve para la captación de pozos. Ni riachuelos tenemos. Por eso he decidido formar parte de las lideresas y defensoras del agua”, asegura.

El desayuno de sus ancestros

Al igual que Rosa Jalja, Luisa Luna recuerda los tiempos de sus abuelos, cuando pescaban en abundancia karachis, mauris y suchis. “Ahora ya no hay muchos peces nativos porque nuestro lago está contaminado, hasta las totoras están contaminadas, tienen mal olor y el ganado no quiere comer”, explica.

Según Luna, casi todos los ríos que llegan al Titicaca están contaminados y arrastran basura, tal es el caso de río Katari. Calcula que aproximadamente desde el 2000 se comenzó a registrar la disminución de los peces nativos. “Desde ese año ya se saca poco”. Esta situación obligó -de acuerdo con lideresa- a modificar la alimentación de las familias que viven en las orillas del lago.

“Antes, el karachi era la comida de los pobres, pero ahora cada uno llega a costar entre 2.50 y cinco bolivianos. Es muy nutritivo y es el más rico de todos los pescados, pero ahora ya no hay”, explica Luisa.

Las palabras de Luisa coinciden con los reportes oficiales. El director de la Institución Pública Desconcentrada de Pesca y Acuicultura (IPD-PACU), del Ministerio de Desarrollo Rural, Grover García, reveló en febrero de este año que en el lago Titicaca el 85% de especies nativas está desapareciendo e identificó al menos dos causas. “A la fecha, las especies ícticas nativas en nuestro lago Titicaca, como el Karachi negro y el Karachi amarillo, están en peligro de extinción (…). Esto se debe a una pesca indiscriminada y a la contaminación del lago”, explicó a los medios estatales.

“Se han realizado estudios por parte de instituciones como ALT (Autoridad Binacional Autónoma del lago Titicaca), 35 años se ha ido investigando y en ese tiempo el 85% de especies ícticas nativas han ido desapareciendo por pesca indiscriminada, en mayor porcentaje, porque toda la población ribereña o de los lagos viven con la pesca”, dijo García y anunció que ante esta situación el año pasado ya comenzaron a realizar el repoblamiento de peces nativos.

El 27 de diciembre del año pasado, el presidente Luis Arce participó en la primera siembra de 1,2 millones alevines de karachi amarillo y negro en Chua Cocani, en las orillas del lago Titicaca.

En el principal mercado de la ciudad de La Paz, que se encuentra en la calle Valentín Navarro, más conocida como la calle del “Pescado”, a unas cuadras del Cementerio General, Francisca Ayala es una de las cuatro comerciantes que se dedican a la venta exclusiva de mauri y karachi negro y amarillo, el primero se prepara frito y el segundo se sirve en una sopa más conocida como wallake. “Viajo cada semana hasta Escoma, hasta comunidades que están cerca al lago para comprar estos pescados. Antes eran más grandes, pero ahora han disminuido en tamaño”, cuenta.

Francisca vende en el lugar desde hace 40 años, prácticamente desde que era niña. Heredó el puesto y sabe cómo la comercialización del mauri y el karachi ha ido cambiado. Una muestra clara es el precio: Se venden ahora tres o cinco pescados pequeños por 10 bolivianos. La misma cantidad, pero medianos valen 20 y los más grandes llegan a costar hasta 40 bolivianos.

Vilma Paye, otra de las lideresas y guardianas del lago, también evoca a sus antepasados y recuerda que sus abuelos tan solo se acercaban a la orilla y sacaban con las manos a los peces. “Sacaban karachis y pejerreyes. Los sacaban con la mano, pero ahora (los pobladores) tienen que ir a buscar a lugares alejados. Esas especies están desapareciendo”, expresa.

De sus recuerdos de infancia, Vilma cuenta que el principal alimento del día era el pescado, no faltaba en el desayuno, en el almuerzo y en la cena.

Al igual que Rosa y Luisa, Vilma considera que otro factor de la disminución de peces nativos es la sobrepesca. “Estamos exagerando en la pesca, estamos haciendo que se pierda. En Perú también han ido desapareciendo”, explica.

No obstante, asegura que no es tan fácil decir o prohibir la pesca porque es el único ingreso económico que tienen las familias que viven en las orillas del lago Titicaca.

Rosa explica que antes había la capitanía que controlaba el momento de la veda, pero en la actualidad “están sacando a los peces más chiquititos”. “Además entran al lago con motor y contaminan el agua. Hay trabajar en todo eso”, apunta.

La situación crítica de los peces nativos ya se advirtió hace 14 años. Según el Libro Rojo de la Fauna Silvestre de los Vertebrados de Bolivia, publicado en 2009 por el Ministerio de Medio Ambiente y Agua, el karachi amarillo fue situado en la categoría “en peligro” y el karachi negro y el mauri fueron identificados como “vulnerables”.

De acuerdo con el informe, el umanto fue declarado “extinto” y la boga fue identificada en la categoría de “peligro crítico”. Aunque -según testimonios de los pobladores y las lideresas- esta última especie ya desapareció completamente.

Frente a esta situación, las lideresas aymaras piden el apoyo de las autoridades de los municipios, la gobernación y el gobierno para impulsar más planes y cuidar a la población de especies nativas del lago. “No es sólo regalar alevines, tienen que haber capacitaciones. Hay que recuperar a las especies que se han ido perdiendo”, dice Vilma.

Al igual que Luisa y Vilma, Rosa sabe que las lideresas tienen muchos más desafíos que cumplir y reconoce que su tarea hoy más que nunca es muy importante. Esta última semana, un reporte Servicio Nacional de Hidrografía Naval de la Armada Boliviana reveló que el nivel del lago Titicaca está en “alerta de sequía” y se prevé que alcance un mínimo inferior al histórico registrado en noviembre de 1998, con 3.807,49 metros sobre el nivel del mar.

Rosa destaca que en estos 10 años se ganaron el respeto de las comunidades. “Convocamos: hermanas habrá este trabajo, tenemos que hacer y ellas vienen, costean sus pasajes”, comenta y asegura que tampoco tienen miedo de tocar puertas y gestionar la ayuda de las autoridades.

Hoy, entre muchos de sus sueños está llegar al “uso cero” de plásticos en los negocios, hoteles, vivanderos y comerciantes, que operan en las orillas del lago. Sueñan también con impulsar leyes y normas para controlar la sobrepesca y el tratamiento de las aguas residuales, también quieren que pronto las poblaciones que viven en las orillas del lago cuenten con prepuestos para medioambiente y frenar la contaminación del Titicaca.

Desde la cabina de radio Copacabana, todos los días, entre las 5:00 y 7:00 de la mañana, Rosa conduce su programa y casi siempre aprovecha ese espacio para difundir datos e información sobre el medio ambiente y la importancia de cuidar el lago Titicaca. “Esa es nuestra tarea”, afirma. Y es que las guardianas hacen todo por el recuerdo de sus ancestros y por el futuro de sus descendientes.

Este reportaje es publicado gracias a una beca otorgada por la Fundación Thomson Reuters


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