“Saberes Ancestrales, Sabores Naturales”, un programa que busca rescatar las “raíces culturales” y el “patrimonio alimentario” en Bolivia y que se apoya en las mujeres indígenas como agentes de cambio.
“Saberes Ancestrales, Sabores Naturales”, un programa que busca rescatar las “raíces culturales” y el “patrimonio alimentario” en Bolivia y que se apoya en las mujeres indígenas como agentes de cambio, fue lanzado este viernes en La Paz por la princesa Sarah Zeid, de Jordania.
“La magia de Bolivia está en sus mujeres (…) en ellas recae la gran responsabilidad del cuidado nutricional de sus familias y de las personas”, manifestó a EFE la princesa de Jordania.
Zeid consideró que las mujeres, principalmente campesinas e indígenas, son los “instrumentos de cambio”, por lo que hay que trabajar para que ellas puedan vender sus productos sin dificultad y tengan “una mejor posibilidad de ofrecer comida saludable y nutritiva”.
La princesa de Jordania llegó a Bolivia como asesora del Programa Mundial de Alimentos (WFP, por sus siglas en inglés) en temas de salud y nutrición para impulsar esta iniciativa de “empoderamiento gastronómico” y “recuperación de conocimientos e ingredientes tradicionales”.
En el lanzamiento del programa participaron el coordinador residente de las Naciones Unidas en Bolivia, Rafael Ramírez; el director país de WFP, Alejandro López; el director administrativo de la Fundación Simón I. Patiño, Agustín Iturricha, y algunas mujeres alcaldesas y parlamentarias bolivianas.
Riqueza gastronómica
Ramírez dijo en su discurso que algunos eventos globales como el cambio climático, la pandemia y el conflicto bélico entre Rusia y Ucrania han generado la necesidad de “mirar nuestras raíces y saberes ancestrales”.
Por ello, es preciso que los países se concentren en su capacidad de resiliencia y de trabajar en la “seguridad alimentaria” además de los “sistemas alimentarios propios”, apuntó.
López destacó que el Programa Mundial de Alimentos ha localizado “650 productos puramente andinos y puramente amazónicos” que dan a la gastronomía boliviana una riqueza cultural “espectacular”.
Con “Saberes Ancestrales, Sabores Naturales” es posible articular un movimiento de cocina social “que va a permitir que la gente coma mejor y disfrute la comida (…) gracias al conocimiento de todas sus mujeres”, enfatizó López.
Por su parte, la princesa Zeid dijo que le han “impactado enormemente” la castaña y quinua, productos que “ayudan enormemente a la salud”, pero que éste último, pese a ser el alimento más famoso de Bolivia, aún “no es conocido por todo el mundo” y que es necesario que cobre más reconocimiento.
Oportunidades y amenazas
Las mujeres autoridades que participaron en el evento compartieron sus testimonios sobre las costumbres alimenticias y dificultades en sus zonas de origen.
Flora Mamani, una autoridad del pueblo andino Uru Chipaya, relató que en su zona se producen granos como la quinua y cañahua, mientras que entre las carnes se consume el cordero, llama y cerdos salvajes.
En tanto que la alcaldesa de la ciudad amazónica de Cobija, Ana Lucía Reis, contó a EFE que los principales productos de esa región norteña son la castaña, para elaborar harina y leche, además del fruto asaí.
Reis consideró importante promover la venta de estos alimentos en el mercado interno para que en Bolivia se consuma “lo bueno” que se produce en el país y además para “mejorar la calidad de vida de la gente que vive en la selva”.
La parlamentaria Darlem Velasco, de la región sureña de Tarija, contó que allí un alimento esencial es el pescado, pero que en el último tiempo la presencia de minerales en ríos como el Pilcomayo ha afectado la calidad (menor tamaño) y la cantidad.
Asimismo, apuntó que en las regiones secas como el Chaco boliviano es necesario alentar los huertos escolares y domésticos a través de sistemas de agua sostenibles para contribuir a la alimentación de sus habitantes.
“Saberes Ancestrales, Sabores Naturales” proyecta varios “ejes de acción” como la protección del saber y el sabor gastronómico, la creación de un repositorio académico sobre los sistemas alimentarios en Bolivia, la elaboración de “rutas gastronómicas” y la “expansión” de los conocimientos culinarios, entre otros