EFE.- El poder y la fuerza de los Andes se volvieron a sentir este sábado en las calles de La Paz con un despliegue de colores, música y entusiastas danzarines devotos del Señor Jesús del Gran Poder para estrenar por fin el título de Patrimonio de la Humanidad de esta festividad boliviana, postergada por dos años por la pandemia.
Unos 60.000 danzarines agrupados en 76 fraternidades recorren bailando danzas folclóricas bolivianas los ocho kilómetros desde la populosa zona Garita de Lima, en el noroeste paceño, pasando por varios barrios comerciales, el centro histórico y las principales avenidas de la ciudad hasta terminar en el Parque Urbano Central.
El desfile comenzó en torno a las 7.00 hora local (11.00 GMT), aunque desde horas antes las calles cercanas al punto de partida estaban cerradas por comerciantes que vendían todo tipo de accesorios para los bailarines y músicos, además de numerosos salones de belleza improvisados en carpas para peinar y maquillar a las danzantes.
La fiesta fue encabezada por un grupo de “amautas” o sabios aimaras que realizaron un ritual ancestral de agradecimiento a la “Pachamama” o Madre Tierra al llegar a las puertas del templo de Jesús del Gran Poder.
Tras ellos estaban el alcalde de La Paz, Iván Arias, junto a representantes de los folcloristas paceños y otros funcionarios municipales, quienes iniciaron el recorrido con un minuto de silencio por las personas fallecidas a causa de la covid-19, según explicó el burgomaestre a Efe.
La fiesta se realiza con “agradecimiento a Dios por estar con vida, agradecimiento a Dios por permitirnos bailar y decirle gracias y aquí estamos rindiendo ese homenaje a todos los que han muerto también”, señaló Arias.
El alcalde destacó que la ciudad se preparó desde el año pasado para esta celebración, que es especial porque vuelve después de dos años y supone el estreno de su inscripción como Patrimonio Cultural e Inmaterial de la Humanidad lograda a fines de 2019.
El requisito principal para llevar adelante el desfile fue que bailarines y músicos estén inmunizados contra la covid-19 y que porten su carné de vacunación, resaltó Arias.
“Esta fiesta nos la merecemos, la hemos preparado, la estamos haciendo la fiesta más grandiosa”, agregó.
Poderío de los andes
El Gran Poder nació a principios del siglo pasado con fiestas indígenas en barrios populosos de La Paz, pero se convirtió en un desfile folclórico y masivo alrededor de 1940.
La fraternidad que ingresó primero fue la de los Auqui Auquis de la comunidad rural Chacaqui, en el municipio paceño de Puerto Acosta.
En esa danza están representados los “achachilas”, los guardianes ancestrales identificados con los cerros.
Tras ellos entró el Movimiento Cultural Saya Afroboliviana con cantos y bailes típicos de esa comunidad que reside mayoritariamente en la zona subtropical de Los Yungas.
Pero la reina del desfile es la Morenada, una danza que es la preferida por los aimaras porque les permite exhibir su poder económico en lujosas máscaras, trajes, vestidos y joyas.
Una de las figuras de esta danza es la emblemática chola paceña, la mujer aimara con la larga cabellera recogida en dos trenzas, que luce sus mejores galas en esta festividad, incluido su tradicional bombín de colores oscuros, además de pollera, blusa y manta con tonos encendidos y joyas valiosas.
Los hombres, llamados “morenos”, lucen pesados trajes bordados con lentejuelas, perlas y cuentas, además de máscaras coronadas con enormes plumas que se mueven de un lado a otro al ritmo del paso lento y acompasado de esta danza.
Numerosas fraternidades de Morenadas iban intercalando con otras danzas bolivianas como la alegre kullaguada, o la Diablada, que escenifica la eterna lucha entre el bien y el mal, representados por el arcángel San Miguel y Lucifer.
Las agrupaciones van acompañadas por bandas de músicos bien uniformados que exhiben sus propias coreografías.
El poderío de la festividad queda patente en el movimiento económico que genera, calculado en unos 120 millones de dólares desde el momento en que comienzan los preparativos hasta que termina la celebración, según Arias.
El alcalde destacó que la actividad supone también una reactivación económica para el municipio y citó como ejemplo el trabajo de los artesanos en la confección de trajes y accesorios para bailarines y músicos.