Decenas de intentos y en todos logra recoger su rojizo trompo en la palma de una de sus manos para luego empujar las tapacoronas del piso. Rosa Canaviri, de más de 60 años de edad, revivió en Jach’a Uta la nostalgia del juego de antaño que aprendió de niña y perfeccionó con sus hijos.
“Desde pequeña sabía y de mis hijos más he copiado, han aprendido a hacer bailar el trompo”, dijo la sexagenaria mujer de pollera. Ella tira el cordel con destreza y su trompo cae en el piso, y de inmediato logra empujar tres tapacoronas; luego, con habilidad recoge el juguete en movimiento y lo ‘hace bailar” en la palma de su mano, extendida.
Nuevamente deja caer el trompo en pleno giro y empuja dos tapacoronas más. Sus compañeras de juego intentan derribar la misma cantidad de tapabotellas, pero el juguete azul que tiraban no lograba girar con el equilibrio y la precisión de Rosa.
“Que no olviden los jóvenes de hoy en día, que sigan con los juegos de trompos. De mi parte, sería mejor esos juegos que antes llevaban los niños, que eran de nuestro tiempo, yo-yo, bolitas, todo eso; ahora, hoy en día, es puro celular”, afirmó la señora entrevistada.
Rosa fue la más requerida por los participantes en el juego, ya que querían dominar la técnica. Por detrás de la señora, había una carrera de saltos en saco para niños; metros mas adelante, estaba el grupo de ‘vencidas en cuerda’ que en grupo demostraban fuerza; y, a un extremo, un tatami donde atletas en kimono repartían patadas de artes marciales.
La jornada calurosa fue propicia para la carrera de cholitas en bicicletas, las ganadoras recibieron bicicletas nuevas y todos, certificados de participación; también subieron al podio los tres ganadores de la carrera en silla de ruedas.
Tras la demostración deportiva, todos los asistentes a Jach’a Uta degustaron platos en la kermesse solidaria y en el menú había fiambre, chicharrón de llama, wallaque, p’esque, ají de lenteja y otros.