Vertederos a cielo abierto: Ecorrecolectores conviven con perros y aves en los botaderos

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De lejos, los botaderos de Quillacollo y Colcapirhua, en el valle bajo, parecen verdaderas montañas atravesadas por toneladas de plástico.

El olor nauseabundo del primer vertedero hace que el aire sea casi irrespirable al pasar por los lixiviados y los promontorios de desechos que descargan los camiones.

Ambos botaderos o “rellenos” están muy cerca el uno del otro, están instalados en las afueras de sus urbes, en terrenos prestados del Ministerio de Defensa, lo que les impide invertir en plantas para un mejor manejo o hacer obras civiles para reducir la contaminación del suelo.

Gran parte de la basura llega mezclada, sin ningún tipo de separación. Los carros descargan en la plataforma todo tipo de residuos y, en medio de esa masa, los ecorrecolectores empiezan a hacer su trabajo a pesar de los riesgos.

Los segregadores tratan de aprovechar al máximo todo lo reciclable. Ni bien se forma un promontorio, buscan rápido las botellas de plástico. También, ropa, telas y recipientes.

Todos los plásticos que se rescatan van a bolsas enormes, donde entran cientos de estos envases, que cuando están al tope se separan y van a un lado para ser trasladadas a puntos de acopio.

Las manos de poco más de una decena de segregadores hacen un trabajo silencioso y esencial para reducir las montañas de basura.

Muchos de los recolectores están acompañados por sus perros y por otros canes que viven en los vertederos. Cuando hay una pausa en el trabajo los animales se acercan para recibir una caricia o dormir, luego, buscan su alimento escarbando entre los promontorios y calman su sed en los charcos que encuentran.

Una gran cantidad de aves, principalmente garzas blancas, se arremolinan sobre la basura que está lista para ser enterrada. También se pueden ver otras aves carroñeras, como aguiluchos.

Este tipo de botaderos a cielo abierto representan una gran fuente de alimento. Ni las bandadas de aves y los canes perjudican a los ecorrecolectores que con su trabajo casi invisible ayudan a reducir las montañas de plástico.


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