Este tipo de sonido es una señal acústica de baja frecuencia, no audible para el ser humano, cuyas grabaciones a través de micrófonos especiales son cada vez más utilizadas por los observatorios vulcanológicos para el seguimiento, según el estudio, en el que también participan las universidades de Catania (Sicilia, sur de Italia), de Canterbury (Nueva Zelanda) y de Boise (Estados Unidos).
«De hecho, los volcanes se comportan como enormes instrumentos musicales y generan señales acústicas tanto durante las actividades eruptivas como durante la simple desgasificación, y es por ello que los conductos volcánicos resuenan como tubos de órgano cuyas notas dependen principalmente de la longitud del canal», explica el INGV en un comunicado.
El volcán Etna sonó como un tubo de órgano
En el caso de la erupción del Etna, «debido a las profundas explosiones, el conducto del cráter sureste sonó como un tubo de órgano», detalla.
El modelado de la señal infrasónica, integrado con los resultados de un levantamiento topográfico con drones, ha permitido reconstruir con precisión las dimensiones de la parte resonante del conducto.
Y esto permitió evaluar el ascenso progresivo del magma en su interior, desde unos 170 metros de profundidad hasta unos 80 metros durante las 24 horas anteriores a la fuente de lava.