Desde el anuncio el 21 de septiembre de una movilización militar de los reservistas en Rusia, miles de hombres en edad de combatir se presentan en centros de reclutamiento para luchar en Ucrania, mientras sus familias intercambian impresiones.
En el exterior de un centro de reclutamiento de San Petersburgo, los familiares de los reservistas rusos llamados a apoyar la ofensiva en Ucrania han venido a despedirse de sus hijos, padres o novios movilizados, en esta ciudad del noroeste de Rusia.
Congregados ante una comisaría militar de esta antigua capital imperial rusa, hablan todos a media voz, y se acercan a veces a la valla que separa el local de la calle, para cambiar impresiones con los reservistas que ya están del otro lado.
«Solo son ejercicios militares ¿verdad?» pregunta una mujer sexagenaria a su vecina.
«Creo, sí, pero nadie lo sabe, aunque se van a quedar aquí en la retaguardia» contesta, intentando tranquilizarla, Svetlana Antonova, de 55 años, cuyo hijo de 27 años se presentó el martes a la comisaría tras haber recibido su convocatoria el sábado.
A su alrededor, hombres y mujeres se dan un último beso, intercambian abrazos y palabras entrecortadas, antes de que ellos atraviesen la barrera que separa a los reservistas de la calle.
- Nikita, reservista de 25 años, y Alina, su novia de 22, mantienen unidas sus manos a través de la barrera, emocionado él, con lágrimas en los ojos ella.
«No sé qué decir. Estoy conmocionada» dice Alina, sin quitar los ojos de su amado.
«No me sorprendió recibir la convocatoria (…). Y si hay que ir, hay que ir» asegura Nikita, que hizo su servicio militar hace algunos años.
«Otro golpe duro»
Desde el anuncio el 21 de septiembre de una movilización militar «parcial» de los reservistas en Rusia, decenas de miles de hombres en edad de combatir han huido al extranjero, en particular a las antiguas repúblicas soviéticas de Asia central y del Cáucaso.
- Para Galina, de 65 años, y su familia, la movilización de su yerno es «otro golpe duro» ya que su hija está siguiendo un tratamiento contra el cáncer, y el hijo de ambos solamente tiene 12 años.
«Trabaja en la construcción. En el ejército era francotirador», cuenta Galina, hablando de su yerno, mientras lleva de la mano a su nieta Mischa.
«¿Cómo vamos a vivir ahora, cuánto tiempo? No lo sé» se lamenta la mujer.
«Se dice que van a ser enviados a la base de entrenamiento militar cerca de Zelenogorsk», en los alrededores de San Petersburgo, prosigue Galina.
«¿Acaso hemos pensado en eludir la movilización? No, en absoluto. No tenemos adónde ir» agrega.