La Organización Mundial de la Salud y Unicef advirtieron de una «tormenta perfecta de condiciones» para los brotes de sarampión entre los niños de todo el mundo.
Cerca de 700 personas, en su mayoría niños con entre seis meses y 15 años, han muerto por sarampión en Zimbabue desde que las autoridades sanitarias del país declararon el pasado mes de abril un brote de la enfermedad, informó este domingo el Ministerio de Salud.
A través de su cuenta en la red social de Twitter, el Ministerio de Salud zimbabuense informó de que este brote de sarampión ha dejado en el país al menos 698 muertos y más de 6 206 infecciones, con 4 400 pacientes que pudieron sanarse.
Estos números muestran un fuerte aumento en el número de muertos durante las últimas semanas.
A mediados de agosto, las autoridades sanitarias sólo informaron de un total de 122 fallecimientos y 1 270 casos.
Muchas de estas muertes son consideradas «muertes comunitarias», es decir, tuvieron lugar en los hogares de los fallecidos, en vez de en los centros sanitarios de Zimbabue.
El pasado mes de agosto, el secretario de Salud y Cuidado Infantil del Ministerio de Sanidad, Jasper Chimedza, culpó de la expansión de la enfermedad a una secta apostólica que se caracteriza por, entre otras cosas, rechazar la medicina moderna y las vacunas.
Esta secta, conocida como Johane Masowe, mantuvo en julio y agosto sus reuniones anuales.
Para hacer frente a este brote, el Gobierno zimbabuense anunció el pasado mayo una campaña de vacunación masiva que se amplió a mediados de agosto de cara a la apertura de los colegios este mes.
Advertencia de la OMS
El pasado mes de abril, la Organización Mundial de la Salud (OMS) y Unicef advirtieron de una «tormenta perfecta de condiciones» para los brotes de sarampión entre los niños de todo el mundo.
En este sentido, a nivel global, hubo un aumento del 79 % en los brotes de sarampión en los primeros dos meses de 2022, en comparación con el mismo período del año pasado.
Según ambas agencias, las interrupciones relacionadas con la pandemia de COVID-19 y la desviación de recursos de programas de inmunización rutinarios han dejado a «demasiados niños sin protección contra el sarampión y otras enfermedades prevenibles por vacunación».